estación de servicio, ya con noche totalmente cerrada, sigue recibiendo dinero por la nafta despachada, mientras que, en muchísimas estaciones de servicio de Vespuccia, apenas anochece, ya no reciben dinero sino solamente tarjetas de crédito, por miedo a asaltos - así que quién sabe cómo son las cosas.
Por asociación de idea con el binomio Colombia-Vespuccia, nos acordamos de que un Colombiano - quizás fue en Muzo - se refirió a las duras críticas de Vespuccia contra la incapacidad de Colombia de terminar con la producción de narcóticos para los adictos vespuccianos, e hizo el comentario de que los Vespuccianos, en vez de critirar a Colombia, harían mejor criticarse a sí mismos por su incapacidad de terminar con el consumo de narcóticos en Vespuccia, porque, dijo, con cortar la producción en un lugar, lo único que se lograría sería transferir la producción a otro lugar, mientras que, cortando el consumo, se terminaría la demanda, y por lo tanto se terminaría la producción - en cualquier lugar; pero los Vespuccianos, ante su inhabilidad de poner su propia casa en orden, camuflan su inhabilidad detrás de sus críticas a los demás y quieren que todos los demás países de la Tierra se liguen en la solución de un problema que tiene sus raíces en la disolución moral de la sociedad vespucciana. Punto de vista que nunca se nos había ocurrido pero que es de pura lógica.
Esperamos que no habrá terremoto esta noche en Popayán, y que mañana nos habremos ido; probablemente no habrá terremoto durante una buena cantidad de años por venir porque las fallas de la corteza terrestre tienen que re-acumular la fuerza que soltarán en el próximo terremoto. Pero no entendemos cómo decenas de miles de personas están en plena reconstrucción de sus negocios, de sus viviendas, y la misma municipalidad, de sus edificios, en un sitio que ya fue castigado y arrasado por terremotos varias veces desde la época colonial. ¿Qué derechos tendrán, en el próximo terremoto, a lamentarse y pedir auxilio?
Basta para hoy.
Anotación de sobremesa. La radiodifusión.
Recién, la estuvimos recorriendo un poco - un poco solamente porque no había nada para recorrer; como siempre, en todos los países, un desierto de mediocridad - para no decir peor - impresionante; como a veces, en algunos países, con el único oasis de la Radio Nacional - que, por lo menos aquí en Colombia, realmente parece cubrir cada kilómetro cuadrado del país, si bien, a veces, en lugares apartados, la recepción no es muy buena.
También establecimos contacto con la Radio Nacional de Ecuador, a 400 kilómetros todavía de la frontera de aquel país.
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