Y así es que estamos otra vez donde estamos. Mañana, veremos cuál será el próximo capítulo de nuestro aprendizaje de guaquerismo - si es que lo habrá.
Volviendo al guaquero, es curioso cómo, a veces, van surgiendo de una conversación indicios incidentales de estrategias internas poco confesables del interlocutor. Así nos ocurrió durante el regreso con el guaquero.
Resulta que, anteayer, en Inzá, el guaquero nos había comentado que tenía un arreglo con un grupo alemán de televisión, según el cual arreglo, por una suma fija de dinero, el grupo de televisión haría un documentario sobre la búsqueda y la apertura de una guaca, y se guardaría el contenido de la guaca, cualquiera éste fuese; lo que nos había parecido un arreglo razonable y justo ya que muertos no hablan, tumbas no mienten, y nadie podría saber, ni siquiera adivinar, qué habría en la tumba - poco, mucho, o nada - en otras palabras, un decente caso de lotería, con un boleto de precio fijo, y un premio regulado solamente por la ceguera de la fortuna; y también nos había mencionado, el guaquero, el sitio que guardaba para los Alemanes.
Ahora bien; hoy, entre sus muchas explicaciones, también nos comentó que la riqueza de contenido de las tumbas varía según las zonas; en ciertas partes, los indígenas solían adornar los muertos y las tumbas con todo lujo, en otras partes, menos, en otras partes, muy pobremente; o sea que, después de abrir unas guacas en un cierto sitio, ya se sabe qué esperar en las demás guacas del mismo sitio; ... y, entre los sitios de guacas pobres, mencionó nuestro guaquero precisamente el mismo sitio que nos había dicho que guardaba para los Alemanes, sin acordarse, obviamente, hoy, de aquello; pero nosotros sí hicimos la conexión; y resulta, pues, que lo que, para el desprevenido o el inocente, como seguramente lo son los documentaristas alemanes, y como lo éramos nosotros hasta ese momento, parece ser un acuerdo sano, justo y equilibrado, es, en realidad, una maniobra torcida del guaquero, ni más ni menos que en un juego de azar fraudulento; así que los Alemanes no saben si sacarán poco o mucho, pero el guaquero sabe que sacarán poco y nada.
Empero, mala suerte dirigida no impide generosidad. En el caso de tocarles a los Alemanes la mala suerte de encontrar poco o nada, nos dijo en una tercera oportunidad el guaquero - presentando pues, implícitamente, el caso de mala suerte como resultado de mala suerte natural, y no dándose cuenta de que nosotros sabíamos, por la combinación de sus propios comentarios, que el caso de mala suerte sería el resultado no de mala suerte natural sino de mala suerte dirigida por su estrategia - él, el guaquero, por supuesto ayudaría en tal mal trance, plantando en la guaca abierta alguna de las piezas que tiene en el museo para que los Alemanes, por lo menos, pudieran filmar como que están sacando algo - pero, agregamos nosotros, sin la desagradable posibilidad para el guaquero de que pudieran llevarse algo imprevisiblemente valioso si la suerte no fuera dirigida hacia mala. Qué generosidad. Hasta en una tumba cerrada acecha el fraude.