Luego, fue solamente seguir una franca llanura a lo largo del río. Qué sensación desconocida, aquella carretera recta y llana, con kilómetros de visibilidad sin tener que estar pendientes de qué hay detrás de cada curva, y sin problema de frenos recalentados.
Luego, pasamos por la zona de Saldaña, la denominada, o autodenominada, capital del arroz de Colombia, y vimos pólderes de arroz, es cierto.
Finalmente, descubrimos una roca cuya existencia conocíamos, pero que no habíamos esperado, por un momento, poder encontrar. Su interés estriba en que está cubierta de motivos precolonenses similares a los encontrados en ciertas de las piezas de oro en el Museo de Bogotá - lo que demuestra que los artistas indígenas expresaban su creatividad en cualquier material, no solamente en oro.
En la zona, la roca se conoce como Piedra Pintada, si bien todos sus motivos están representados no por pintado sino por tallado - lo que no obsta que, originalmente, también podían haber sido coloreados según costumbre de los artistas precolonenses.
Esta roca se conoce también, localmente, como Piedra del Diablo, y con buena razón. Resulta que hay otras rocas labradas por los paraborígenes en la zona, algunas de éstas, en el lecho mismo del río Magdalena, casi como para cortar por completo la corriente; y hay una legenda según la cual, un buen día, Dios y el diablo hicieron una apuesta, el diablo asegurando que lograría tapar el curso del río por completo colocando una piedra en la apertura todavía libre en el lecho antes de que cantara el gallo, y Dios afirmando que no dejaría ocurrir semejante maldad; tales como fueron los acontecimientos, el gallo cantó antes de que el diablo pudiera cumplir su propósito, y el diablo, de pura rabia, dejó caer la piedra donde está ahora, Pintada. Escuchamos un lugareño afirmar que hasta se puede ver todavía la marca de la mano del diablo en la roca, pero nosotros no podemos asegurar que la hayamos visto.
Otra mano del diablo, más reciente y más tangible, fue a punto de destruir sin misericordia este vestigio de una cultura pretérita. Como se sabe, el diablo se esconde detrás de toda una variedad de disfraces; en este caso, el disfraz de una cuadrilla de vialidad que necesitaba ripio para su trabajo y ya había empezado los preparativos para volar la roca arqueológica con dinamita, cuando un lugareño se interpuso con su propio cuerpo para evitar el desmán.
Con todo el interés de la piedra y la sorpresa de haberla encontrado, nos olvidamos de decir que se encuentra a escasos kilómetros al norte del pueblito de Aipe.
Con el tiempo, inesperado y bienvenido, pasado con la realidad y la legenda de esta roca, se nos vino la noche encima. Hubiese sido muy agradable pernoctar en el lugar mismo pero, según nuestra modalidad colombiana, nos corrimos los >>>>>>>> >>>>>>>>