Regreso inmediato al taller; con la apropiada dosis de enojo.
Pero he aquí lo curioso - en realidad lo filosófico - de toda la situación. El ruido venía, sin duda, del engranaje de la tracción delantera ... pero no de la punta que había tocado el mecánico sino de la otra punta - y sabemos que, no más de un par de días atrás, la tracción delantera funcionaba bien porque la habíamos probado como siempre, preventivamente. He aquí el jueguito de las coincidencias; estábamos listos a ahorcar al pobre mecánico, y él no tenía la culpa; pura coincidencia; en este caso, no tiene mucha importancia, pero cuántas coincidencias semejantes ocurren en casos de robo, en casos de asesinatos, cuando todas las coincidencias se vuelven evidencias en contra de alguien que no es culpable.
De todos modos, tenemos una cita para las 7:30 de mañana - y por eso estamos otra vez donde estamos, en vez de estar estacionados en algún lugar ya más cercano a nuestra próxima meta, los complejos arqueológicos de San Agustín y de Tierradentro.
Mejor no leer los diarios. El otro día, echamos un vistazo a uno, y vimos los siguientes títulos: Argentina no puede pagar deuda externa; Chile no puede pagar deuda externa; Bolivia, oficialmente insolvente; Perú, huelga general.
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Está solucionado el problema del engranaje de la tracción delantera - por lo menos en teoría y por ahora; si está solucionado en la práctica y para cuando se necesite, el tiempo dirá. En cuanto a los frenos, también el tiempo dirá.
Pasaremos otra noche en Usaquén.
Lo que queremos hacer mañana, lo diremos cuando lo habremos hecho o cuando, por lo menos, lo estaremos haciendo; aquí en Bogotá, ya no nos animamos más a anticipar planes.
Este día extra en Bogotá también sirvió para demostrarnos lo lerda que es la mente humana, o por lo menos nuestra mente. Resulta que recién hoy tomamos consciencia analítica de dos costumbres bogotanas cuya existencia ya habíamos observado pasivamente. Una, es la de nombres comerciales que terminan en 'ar', como Musicar, Toledar, etc. La otra, es la de pegar en los coches las consabidas calcomanías ovaladas con letras, que habitualmente indican la nacionalidad del coche cuando viaja en el extranjero, pero que, en Bogotá, proclaman solamente las iniciales del dueño del coche. Lo curioso de estas dos costumbres, como de varias otras que ya encontramos anteriormente, es su limitado radio de existencia: ¿por qué una costumbre tiene bastante pujanza para imponerse en un sitio, bastante pujanza para propagarse un poco, pero no bastante pujanza para seguir propagándose?