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Y la manera de prepararlo fue una inconsciente contundente mofa de las sutilezas de los haute-cuisineros: puso la buena señora una chocolatera (así llamó ella, quién sabe por qué, un recipiente de aluminio perfectamente ordinario) en equilibrio en unas trizas de madera, le echó agua de la quebradita a la chocolatera, le prendió fuego a la madera, le echó al agua trozos de panela - o sea de jarabe de azúcar sin refinar solidificado, le echó unas cucharadas de café molido - molido no frescamente sino de días atrás, se entiende, ¿para qué darse el trabajo de tener que moler café cada vez que se quiere un poco de café, no cierto? ... en ese momento empezó a llover, salió corriendo la señora para juntar y guardar café a granel que tenía desparramado para secarlo - nosotros dos le ayudamos; a los diez minutos quizás, se acordó la buena señora de que tenía la chocolatera y el agua y la panela y el café hirviendo en el fuego, coló la mixtura por un colador de tela, y nos ofreció varias tazas del prieto néctar de los dioses de la cafeína. Néctar del tipo suave, del cual Colombia es el mayor productor de la Tierra.

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\BG/  Hoy, es el cuarto día, creemos, que estamos otra vez en Bogotá. 
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O más bien Usaquén, si se quiere - de todos modos en la altiplanicie de Cundinamarca. Cuando regresamos de Muzo, creíamos que, en dos días más, tres a lo sumo, nos habríamos ido definitivamente de Bogotá para el sur; pero, como van las cosas, y no van muy bien, todavía no sabemos cuándo nos iremos - quizás dentro de tres o cuatro días desde hoy; de modo que conviene no esperar más con algunas anotaciones varias, y más bien ponerlas al día ya.

El atraso se debe a dos problemas nuevos; parece que todo lo que no ocurrió en los últimos años se dio cita para ocurrir aquí, en Bogotá.

Por una parte, a las pocas horas de haber salido Karel por última vez del consultorio dental, Božka, que sin embargo también se había dejado revisar los dientes, con el resultado de que los tenía todos bien, descubrió lo que el dentista no había visto, o que quizás no había sido visible en el primer momento, una carie que parece haber sido implantada, por lo menos, por algún mal de ojo.

Por otra parte, tuvimos la mala idea de querer hacer un cambio de aceite y un engrase del vehículo, una odisea que nos hizo perder totalmente el día de ayer - y todavía no tenemos ni el engrase ni el cambio de aceite hecho.

- En el primer lugar a donde fuimos, descubrimos que tenían aceite con calidad para 3.000 kilómetros, mientras que estamos acostumbrados a un aceite para 12.000 kilómetros, y no tenían una aguja de engrase especial que hace falta para engrasar una determinada cruceta de la transmisión delantera.