Sin fuerzas para relatar este día - y aunque tuviéramos todas nuestras facultades, no sabríamos muy bien cómo expresar en palabras el vaciamiento dejado por un día que parece tener más horas de la cuenta, y en el cual, cada hora parece tener más minutos que la cuenta. Mañana, veremos. Ahora, lo único que existe es el colchón y la almohada.
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Esta mañana, no sabemos exactamente qué queremos hacer con la mina ni cómo lo queremos hacer, y, de todos modos, el tiempo está entre lluvia y llovizna, así que decidimos quedarnos en el coche, dedicándonos a reducir quehaceres atrasados; empezando con la anotación del agotador día de ayer.
Con tal propósito, tuvimos la grandísima suerte de encontrar, contra toda esperanza y toda probabilidad, un confortable lugarcito fuera del pueblo, provisto de agua de arroyo serrano, a tres o cuatro minutos encima de Muzo.
Empero, en el corto tiempo antes de irnos de la plaza del pueblo, tuvimos un disgusto y nos llevamos una sorpresa.
Tuvimos un disgusto por el cual no permitiremos más que alguna persona no adulta se acerque a nuestro vehículo: esta mañana, lo mismo que ayer, lo mismo que pasa a menudo, se agolpó una muchedumbre alrededor de nuestro vehículo, niños y adultos, pero hoy descubrimos que alguien en la muchedumbre - casi seguramente, por lo menos así es de esperar, un niño mal criado - nos arruinó algunas de las letras de nuestra inscripción Primera Expedición Panamericana Integral; por pura casualidad, tenemos, con bastante trabajo, con qué reparar el daño, pero tuvimos que viajar un año y medio por tantos países sin semejante vandalismo para llegar aquí, a Muzo, y encontrarnos con alguien que es un mal amigo y un mal Colombiano; lo que no resta, naturalmente, que, por otra parte, encontramos también Colombianos muy buenos con nosotros.
Y nos llevamos la sorpresa de vernos descubiertos por un hombre que evidentemente nos conocía, pero que nosotros no conocíamos; nos conoce por la simplísima razón de que vive ¿dónde? en la mismísima callejuela donde dormimos ya tantas noches en Usaquén, y está aquí, en Muzo, con el muy simple propósito de comprar esmeraldas, tal como lo está haciendo cada fin de semana desda hace 18 años. Así que ya estamos entre conocidos.
Y ahora, a esquiciar, de memoria, el día de ayer.
Es difícil dar la impresión, en palabras, de sacudidas ininterrumpidas a una velocidad de quince kilómetros por hora o menos, durante una hora, dos, cuatro horas; de sacudidas ininterrumpidas a una velocidad de quince kilómetros por >>>>>>>>