Panamá y Costa Rica - y nos acordamos, de San José, que Costa Rica, a su >>vez, era un nexo de comunicación entre la América andina y la América >>mexicana;
- todos los demás centros, salvo Quimbaya, pertenecían a un grupo meridional y >>en contactos artísticos, a su vez, con el Perú;
- y en el centro, Quimbaya hacía de puente entre estos dos grupos.
Así fue nuestra visita del Museo del Oro. Un museo, en resumidas cuentas, resumidas en una sola palabra - en su sentido colombiano - realmente sabroso. Ah, sí, nos enteramos de que este museo se va a reestructurar; pero está tan bien, ahora, que nos preguntamos cómo lo podrían hacer mejor; tal vez diferente, difícilmente mejor.
Y todavía no nos acostumbramos a la sorpresa mayor; y probablemente nunca nos acostumbraremos.
Por más censura que se merezca el vandalismo de la colonia española por haber reducido toneladas de objetos de arte robados a los indígenas a simples lingotes de oro, cuánta más censura exige la continuación, por el propio gobierno del país autónomo surgido de la colonia española, del mismo vandalismo, hasta prácticamente ayer, hasta 1939, de reducir objetos de arte, por lo tanto objetos reflejo de una cultura, al simple valor monetario de su material componente - con la agravante de que, ya no como invasores saqueando invadidos sino como gobierno de un país autónomo encargado de administrar el bien público, destruyendo su propia herencia nacional en objetos irreemplazables de una cultura desvanecida por genocidada.
Fue recién en 1939, por una cristalización misteriosa y milagrosa en un cerebro, que una de las piezas logró vencer la costumbre de vandalismo y eludir el infierno de la fundición, para quedarse como adorno en un escritorio; de ahí en adelante, se empezó a coleccionar las piezas siendo descubiertas, hasta llegar a esta institución única en su tipo que es el Museo del Oro de Bogotá.
Hay, en todo ello, otro aspecto, sorprendente a su manera: ¿cómo - después de siglos de vandalismo, por los Españoles, y por sus descendientes hasta 1939, cuando nada escapaba de la depravación de la fundición - cómo pudo haber quedado indetectadas tantas piezas para ser descubiertas y salvadas más tarde? Probablemente porque estaban a salvo dentro de tumbas - y no por haber brindado éstas una protección sagrada de respeto sino simplemente por no haber sido fáciles de encontrar; y ahora todavía siguen estas tumbas siendo buscadas y saqueadas - un trabajo de pala y daga, la pala en una mano para excavar las tumbas y la daga en la otra, para matar para no ser matado.
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