quilates (una aleación con solamente 60/oo de oro), y también oro en una aleación de solamente 30/oo de oro, con cobre, aleación que llamaban tumbaga.
… No utilizaban estas aleaciones, para ahorrar en el precio del oro ya que no daban al oro el mismo valor artificial que nuestras sociedades le dan, sino para aprovechar sus ventajas técnicas como ser un punto de fusión reducido a solamente 250 grados, una mejor reproducción de detalles, y otras.
… Para conseguir el oro, fundían el mineral en una hornilla de las más simples que se pueda imaginar, un simple brasero en el cual inyectaban aire por el método más elemental de soplo a boca por un tubo de cerámica de corte interno fusiforme.
… Una vez el oro en mano, tenían dos maneras de trabajarlo. Podían colarlo, fundido, por el sistema de la cera perdida; o podían reducirlo a láminas - generalmente, por lo que vimos, sumamente delgadas - para, luego, adornar éstas por los sistemas ya sea de repujado o de martillado.
… A más de producir muchas piezas únicas, también tenían una producción en masa, generalmente de piezas chicas como componentes de piezas mayores - como collares por ejemplo - por medio de moldes de piedra.
… Casi nunca consideraban las piezas como adorno puro; casi siempre, como símbolo de algo; ya sea jerárquico, religioso, místico, o tribal.
… Y sí, también conocían el dorado de piezas - pero no por electrólisis como parecería inevitablemente imperativo hoy en día, sino por el siguiente sistema: la pieza que querían hacer dorada la fabricaban de su aleación tumbaga, la de cobre con 30/oo de oro; luego calentaban la pieza, para oxidar, por el calor, el cobre de la aleación; luego removían, con una solución ácida obtenida de una planta, el óxido cúprico de la superficie del objeto, por lo que quedaba una infinitesimal película de oro en la superficie; repitiendo la operación anterior de oxidación y limpieza varias veces, lograban que dicha película superficial fuese de oro cada vez más puro.
… Ya que no daban al oro el valor convencional que se le da hoy, no recurrían a este sistema de dorado en vez de oro macizo por economía sino para lograr otros efectos que el dorado en sí, efectos de dibujos bi-metálicos en la superficie de las piezas: una vez dorada así toda la superficie de una pieza, delineaban en ella un dibujo, generalmente geométrico, algunas partes del cual querían del color más brilloso del dorado, y algunas partes, del color contrastante, más mate, del tumbaga; protegían con cera de abejas las partes que querían guardar doradas, y las otras partes las raspaban hasta eliminar la película de oro puro, de modo a re-exponer a la vista la aleación tumbaga básica, logrando así efectos contrastantes bi-metálicos interesantes.