pero todo esto, en realidad, es una campiña que uno se imaginaría más bien a altitudes mucho más bajas - aun cuando quizás sería también en latitudes más altas.
Estamos de vuelta en la carretera asfaltada; la verdad, que quien inventó el asfalto fue un benefactor de la humanidad.
Seguimos en un altiplano de 2.400 metros de altitud, todo siempre bien fértil y bien utilizado, siempre con vacas lecheras y también con cultivos de maíz.
Recién nos paramos para charlar un rato con unos hombres arando y sembrando una parcela de tierra; nada de mecanización demasiado moderna en este caso: el arado, todo de madera salvo la pequeña hoja; la fuerza motriz, dos bueyes; y la máquina sembradora, dos hombres caminando a lo largo de los zurcos y echándoles a mano, y grano a grano, una mezcla de maíz, frijoles y arvejas. No sabemos qué eficiencia productiva genera esta operación pero seguramente no genera ninguna contaminación de la nariz o del oído.
También nos llama la atención el grado de ocupación humana de estas tierras: nunca hay mucha gente al mismo tiempo, pero siempre hay alguien a la vista.
Aproximándonos a Zipaquirá. La carretera se ha vuelto bastante cómoda - de buen trazado, de buena pavimentación - así que podemos deslizarnos sin indebido cuidado, disfrutando de la amplitud del paisaje, siempre a una altitud de 2.400/2.500 metros, una mezcla de serranías y de anchos valles llanos; y todo, siempre bien verde y fértil y bien utilizado.
En la carretera, se ve docenas de camiones transportando carbón - ¿será de leña? Hay docenas de hornos fabricando ladrillos.
Zipaquirá.
Visto lo que venimos a ver: una iglesia cavada dentro de una mina de sal.
Ahora que referirse a una iglesia en una mina de sal es realmente engañar a la gente, y nosotros nos llevamos la sorpresa si no de nuestra vida por lo menos de este día al encontrarnos no con la blancura cristalina que esperábamos sino con una negrura más absoluta; tal vez técnicamente los sedimentos sean de sal pero, a la vista, podrían ser de carbón puro.
El altar en la catedral
De todos modos, es la catedral de Nuestra Señora del Rosario.
+ Es un rincón en la red de los 400 kilómetros de túneles y excavaciones subterráneas de la mina de sal, adaptado para darle la forma de una iglesia.
+ Su cavidad es bastante cavernosa - de 119 metros por 108 metros por 23 metros - y con lugar para unos 10.000 feligreses.