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sabe hasta último momento si la soga que está en el suelo la van a subir o si la soga que está en el aire la van a bajar. Todo ello nos parece muy inútil e ineficiente porque, en realidad, nunca verifican nada en serio; tal vez tienen un sexto sentido perfecto que les dice que nosotros no somos contrabandistas.

Por aquí, los alambrados presentan una nueva modalidad: se encuentran prácticamente a ras del asfalto. En los pueblos, las casas también están prácticamente a ras del asfalto. El ambiente resultante es bastante inamistoso; parece como si los lugareños quisieran impedir que los viajeros se detengan.

El viaje tiene también sus momentos obviamente emocionantes: ya hace rato largo, la topógrafa de la Expedición anunció al conductor de la Expedición, con una chispa en la voz, que estábamos a 180 metros de altitud; un poco más tarde, con un entusiasmo evidentemente en aumento, anunció la topógrafa al conductor que habíamos llegado a la notable altitud de 225 metros; todo ello, porque cuánto más metros, tanto menos calor y humedad; pero ahora, los ánimos están otra vez en bajada, estamos a sólo 200 metros de altitud.

También se ve con cierta regularidad a niños apostados vendiendo, o tratando de vender, mangos y otras frutas de la zona; los hay de hasta cuatro o cinco años de edad, sentados en el suelo, y saltando de pie, y con los brazos en alto, cada vez que pasa un vehículo; es de preguntarse si venden jamás algo, porque no hay manera de saber qué venden, ni siquiera saber por anticipado su misma existencia, hasta estar encima, y entonces es demasiado tarde para que valga la pena frenar y regresar; lo único cierto es que se chupan muchas emanaciones del tráfico.

Hablando de frutas, las que se consiguen aquí son buenas y baratas: ananases - o piñas, como los llaman aquí - mangos, melones, pero, lamentablemente, no sirven para el viajero que quiere entrete ...

Después de una larga interrupción, por fin podemos terminar el tema, a saber que las frutas de por aquí no sirven para el viajero que quiere entretenerse la boca o ir restaurando paulatinamente sus fuerzas porque son demasiado jugosas y demasiado engorrosas para comer; para dicho propósito, nada mejor que manzanas, cerezas, ciruelas, peras, citruses, todas frutas, muy exóticas por estas partes. Ah sí, lo que se consigue por aquí y que satisface las necesidades de un viajero son bananas.

La interrupción se debió a la aparición muy repentina de algo como un pedazo de México transportado a Colombia: un terreno montañoso sumamente revuelto, con una carretera sumamente sinuosa, vertical- y horizontalmente; imposible manejar y hablar al mismo tiempo en el micrófono.

En un momento de la interrupción, la topógrafa anunció con un destello de histeria en la voz que habíamos alcanzado 450 metros de altitud; y en otro >>>>>>>>