porque, naturalmente, de las 14 a las 16, cuando cerraba parte de las oficinas - no todas, era perfectamente imposible hacer los trámites para sacar el coche del puerto antes de la noche; y no se podía ni pensar en dejar el coche fuera del contenedor, abandonado a su suerte y a manos ladronas hasta el día siguiente; además, que las 14 seguramente no serían las 14 sino más tarde.
Efectivamente, llegaron a las 14:30 - y les dijimos que no, que el contenedor hoy no se abriría. Y tomamos pues una cita para mañana, a las 8. Vamos a ver qué hora será las 8, hora aduanal de Cartagena. Qué bárbaro.
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Hoy, a las 8 menos 5, estábamos al pie del contenedor y, milagro de milagros, a las 8:15, apareció un impresionante grupo de cuatro o cinco funcionarios, algunos de la compañía naviera, otros de la aduana, para abrir el contenedor.
Algún día, quizás contaremos lo que pasó después; basta con decir ahora, que fue peor que lo peor que nuestra imaginación nos había permitido temer; que, después de sobrevivir una selva burocrática mucho peor que la del Darién-Chocó, a las 18 horas, ya nos habíamos olvidado de cómo nos llamamos, y salíamos, en una mezcla de gloria, agotamiento e incredulidad, con nuestro vehículo, de las garras de la administración de puertos y aduanas.
Quizás algún día lo contaremos para no creerlo nosotros mismos una segunda vez. Ahora, ya no damos. Nos sería totalmente imposible reconstruir la maraña de espinas administrativas que tuvimos que sufrir en vivo, instante tras instante todo el día.
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Hoy, viernes, movilizándonos otra vez en nuestro vehículo, como si fuera nuestro castillo ambulante, fuimos a Migraciones. A la mañana, no se había recibido determinación de Bogotá todavía; a la tarde, tampoco; por lo menos no por los medios habituales, porque escuchamos, del jefe de la oficina, que había hablado por teléfono con la gente de Bogotá y que no había inconveniente, y que, si bien no había contestación escrita por telex, nos fuéramos - sin salvoconducto - a Bogotá y nos presentáramos al propio director de extranjería en esa; hasta nos devolvió las fotografías y los dichosos timbres fiscales que le habíamos entregado.
Así que, aquí estamos, extranjeros ilegales, en Colombia, sin ningún sello de >>>>>>>>