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Sin gloria, pero no sin pena, llegamos a Cartagena en ómnibus.

Por lo visto en camino, Colombia, o por lo menos esta parte de Colombia, es realmente una hermana de México: el mismo tipo de casas y de calles en los pueblos; los puestos callejeros de comidas; los lemas - partidarios y otros - vandálicamente pintados en cualquier pared alcanzable; tremendos basurales; una ruta angosta, muchas veces muy mala; indicaciones viales en el pavimento, mínimas pero suficientes; nubes de niños - muchos tratando desesperadamente de vender algo; efigies religiosas, de vez en cuando, a lo largo de la ruta. Una sorprendente analogía entre México y Colombia - lo que no hay aquí, es el ruido y las emanaciones infernales mexicanos.

Topografía moderadamente ondulada, si bien, en la distancia, de vez en cuando, se veía alturas un poco mayores; tierra, dedicada a una tranquila ganadería, o simplemente dejada al natural; y todo, muy falto de agua - quizás sea una situación temporal en todo el país porque parece que, en Bogotá, tienen un gran problema de falta de agua, con los embalses vacíos en 95/oo de su capacidad.

Todo ello, sin gloria.

En cuanto a la pena, tuvimos seis horas, toda la duración del viaje, para rumiar y sufrir la incontrovertible realidad de que la democracia tal como practicada comúnmente no es justicia para todos sino dictadura por parte de la mayoría: porque a la mayoría le gusta escuchar música viajando, tuvimos que escuchar música; porque a la mayoría le gusta escuchar cancioncillas de moda, tuvimos que escuchar cancioncillas de moda; porque a la mayoría le gusta una fuerza de sonido a todo vapor, tuvimos que aguantarnos una fuerza de sonido a todo vapor.

Y nosotros somos gente ya hecha y a prueba de influencias, pero si tuviéramos niños a cargo, ¿qué derecho tendría la mayoría de someter estos niños, contra su voluntad y la nuestra, a un baño subconsciente de mediocridad, para no decir basura?

La democracia verdadera no es imponerle al 49/oo de la población los antojos del 51/oo de la población. Y ya que, invariablemente, los gustos y el nivel intelectual de la mayoría son de deplorable mediocridad, la consecuencia inevitable es que toda la textura de una tal democracia puede ser solamente de una mediocridad deplorable.

Además, en un caso como el bombardeo sonoro en el autobús, si no se puede satisfacer los gustos diversos de las varias personas ¿por qué no recurrir al principio de abstenerse en caso de conflicto, o sea silencio para todos? - que seguramente sería mejor que embrutecimiento para todos.

Además, en este caso, habría una manera para lograr una democracia perfecta, que sería un sistema, con varios canales de varios tipos de música, y, para >>>>>>>>