En aguas tranquilas, en fuerte olaje, en aguas libres, en aguas obstruidas por grandes troncos flotando a la deriva, ya sea aislados o agrupados, seguía a su misma velocidad máxima única, saltando de ola en ola, dando vueltas locas para evitar los troncos. Como acto preventivo de auto-salvación, Božka se sacó sus pesados botines de caminar, Karel se sacó sus zapatos y también se sacó la bolsa en la cual llevaba en la cintura el peso bastante considerable de las cámaras fotográficas - no es fácil nadar con tanto peso adicional en el cuerpo.
Y cuando llegó la aventura de cruzar el golfo del Darién desde la desembocadura del río Atrato al puerto de Turbo, la única velocidad siguió siendo la máxima.
Por qué mencionar que llegamos perfectamente empapados hasta los huesos, con la bolsa de nuestros valiosos aparatos fotográficos cuidadosamente envuelta en muchas capas de nuestros ponchos teóricamente impermeables.
Sí, así fue el último e inesperado capítulo adicional de esta aventura.
Turbo resultó ser un villorrio, en el cual, según vimos de inmediato con nuestros propios ojos, no existe embarcación que hubiese podido transportar nuestro vehículo de Obaldía a Turbo, y no habría comodidades para debarcarlo; así que no tenemos nada que lamentar de haberlo mandado a Cartagena.
Turbo también es el centro de una zona de malaria cerebral endémica; zona en la cual probablemente ya nos habíamos pasado una noche o dos, pero para qué exagerar: a pesar de su distinguido nombre completo de San José de Turbo, lo único que quisimos fue salir en seguida para Cartagena.
En Panamá, alguien nos había dicho que, de Turbo a Cartagena, hay una nueva carretera muy buena y que se llega en cuatro horas; pero, en este caso como en tantos otros, descubrimos que la gente habla de más: descubrimos que habría que ir, primero, de Turbo al pueblo de Montería por algún medio semi-particular, o sea por un coche particular llevando tantos pasajeros cuantos caben, y que, recién de Montería, habría un servicio regular de autobuses a Cartagena.
Hablando de gente que habla de más, no nos acordamos si ya especificamos que - en contra de todo lo que nos dijeron innumerables personas, innumerables veces, en Panamá - no encontramos en todo nuestro recorrido por el Darién-Chocó ni la sombra de un maleante, colombiano o de cualquier otro plumaje.
Después de una salida de Turbo, que se nos había dicho sería dentro de 10 minutos pero que resultó ser dentro de 40 minutos - porque, primero, alguien se acordó que tenía que ir a comprar algo y, luego, alguien quiso tomarse un baño - tuvimos un viaje que se nos había dicho sería de 4 horas y resultó ser de 6 horas y media.