En otro tema, mirando la anchura y el caudal del río Atrato, no podemos no acordarnos de que fue este río uno de los competidores en la elección de un sitio de canal o, mejor dicho, en este caso también, de una vía de navegación, de océano a océano: este río Atrato tiene anchos entre 300 y 700 metros, y profundidades de hasta 25 metros, desemboca en el Atlántico, es navegable - salvo donde menos se esperaría, en su delta; y empieza a sólo 38 kilómetros del Pacífico.
Otro competidor, nos acordamos, era Nicaragua.
Así estamos pasando el día - al mismo tiempo aguardando y trabajando, y observando, de espaldas a un galpón que sirve, a la vez, de almacén de ramos generales, de dormitorio público, de cocina, y de vivienda para el dueño y su familia.
Pasaremos la noche en uno de los cubículos que sirven de dormitorios para gente varada como nosotros entre dos lanchas, dentro del galpón; con cama que parece amplia y fuerte, y con mosquitero; tenemos nuestra comida y bebida potable, así que ¿qué más podemos desear?
El cartel lo dice: "Restaurante - Dormitorio - LA VIEJA"
Este día, pasado aquí, sí, es el fin de nuestra aventura. Mañana, si Dios quiere, iremos a Turbo.
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Estuvimos en Turbo; e incluso estamos en la pequeña ciudad de Montería, ya buena parte de la distancia hacia Cartagena. Pero, en camino, tuvimos que abandonar una ilusión de ayer: nuestra aventura trans-Darién-Chocó no terminó ayer en Travesía.
Terminó hoy, en Turbo.
El último-último capítulo fue el viaje en la llamada lancha rápida desde Travesía a Turbo.
La lancha rrrrápida resultó ser no una lancha sino una de aquellas pequeñas embarcaciones veloces de carrera con las cuales los pudientes ocupan ruidosamente sus horas de ocio. Esta pequeña cáscara de fibra de vidrio, embutida con 14 personas, y equipaje vario, durante dos horas fue para nosotros el equivalente de un equipo de alta fidelidad - el denominador común entre un equipo de alta fidelidad y aquella embarcación fue que la máxima potencia era la única potencia; el conductor, con una mentalidad perfectamente infantil, e inepta para el manejo de un medio de locomoción para transporte de pasajeros, no bajó de su velocidad máxima ni un segundo a no ser los dos segundos que necesitaba para arrancar de cero a la velocidad máxima o para bajar de la velocidad máxima a cero - lo que lograba, esto último, en realidad de manera bastante inexplicable para nosotros.