Dos días y medio, con la perfecta imposibilidad de tomar notas; ni con el grabador, ni siquiera con papel y lápiz. Ahora, tercer día, 11 de la mañana, habrá pues que ejercitar la memoria.
El día del concejo comunal resultó ser, pues, nuestro último día completo en la "antigua capital del imperio cuna"; ya que, si bien el pueblito de hoy no da indicio alguno de ello, los historiadores dicen que Paya es la antigua capital del imperio cuna - lo que quizás se podría traducir diciendo el antiguo centro administrativo y religioso del territorio cuna.
La madrugada siguiente fue, impostergablemente ya, de nuestra salida para cruzar a pie la parte más impenetrable de la selva entre Panamá y Colombia. Salimos a las 8, después de otra noche de lluvia incesante; el cielo estaba herméticamente cubierto. Por lo menos no llovía.
Como primera medida, hubo que vadear el río que circunscribe el barranco en promontorio del pueblo de Paya, el río por donde habíamos llegado en piragua, pero ahora mucho más torrentoso por las recientes lluvias - sin saber donde se pisaba debajo del agua revuelta, por un lecho muy rocoso inescrutable, siempre en equilibrio perfectamente inestable y con la obligación absoluta de no mojar nuestras cámaras fotográficas y nuestro grabador.
Muy enseguida del arriesgamiento del torrente, nos enfrentamos con la realidad de un terreno muy escabroso. Cuando se piensa en una selva, se piensa en la vegetación a tal punto que nunca se le ocurre a uno pensar en el terreno, y probablemente uno se imagina naturalmente un terreno llano; pero nuestros primeros pasos por la selva fueron un despertar a la realidad de una selva en un terreno muy escarpado - y resbaladizo, y resbaladizo.
Pronto, también descubrimos que una selva es, en realidad, un desierto: no se ve nada a más de diez metros; todo es monocolor; durante todo el primer día, hubo solamente cuatro excepciones: vimos dos pequeñas orquídeas, una blanca y una bermeja, y dos serpientes se nos cruzaron delante de nuestros pasos, una roja y una negra; hasta las contadas mariposas eran tristes, apagadas, de colores entre gris y pardo.
Arañas, no vimos, pero, de manera misteriosa, manifestaban su presencia sin duda. El misterio era el siguiente. Siendo que siempre por lo menos dos guías caminaban por delante, y Karel atrás, ¿por qué misterio Karel sentía telarañas pegársele en la cara ya que por el mismo lugar ya habían pasado los guías? ¿Por qué - cómo? ¿Cómo podían ellos atravesar las telarañas sin romperlas? Misterio. Hasta que la explicación se hizo obvia. Los guías indudablemente rompían las telarañas pero, siendo más bajos que Karel, no alcanzaban a romper las telarañas altas que luego enredarían la cara de Karel.
Durante un tiempo, nuestro derrotero coincidió con el derrotero de una de las tentativas de travesía del Tapón del Darién con vehículo de ruedas motorizado; >>>>>>>>