Mañana será pues.
Naturalmente, tuvimos que ir a ver al corregidor para solicitar una prórroga de estadía, de un día para nosotros, y de dos días para nuestros guías emberaes.
Así arregladas las cosas, estamos esperando que pase el día.
Como prometido esta mañana, salió el Sol; se está dedicando a secarlo todo - en otras palabras, hay un calor, pero especialmente una humedad, bien tropicales. Es fácil imaginarse - o quizás no es tan fácil imaginarse - qué castigo hubiese sido caminar hoy por la selva.
No sabemos cómo se llevará el tiempo mañana, pero una cosa está segura: este día extra, el tercer día que estamos en ésta, no será de más para el tobillo, que todavía tiene tendencia a hincharse, y para la piel de las piernas, que todavía es un cuero rojo tendido.
El tobillo y la piel descansan, aun cuando la cabeza trabaja
Más tarde, este anochecer, se presentó una interesante consecuencia de la postergación de esta mañana. Tuvimos la oportunidad de asistir al concejo comunal del pueblo, por permiso especial del corregidor.
Gran choza vacía; de la misma forma que las demás chozas - o sea rectangular, con los dos lados a lo ancho, abombados - pero más grande; del mismo material: con paredes de cañas, con techo de tiras de hojas de banano astutamente encimadas, y con piso de tierra apisonada; totalmente desierta, vacía, por lo menos aparentemente; de la penumbra, va apareciendo, primero, a mitad del ancho de la choza, y a un cuarto del largo, un pequeño, solitario, taburete, ascético y bajo, en el vacío central, sólo para el corregidor; y luego, solamente contra las paredes, bancos, todo alrededor de la choza; y en la penumbra, en los bancos, los hombres, sentados a lo largo de uno de los lados largos, las mujeres, del otro lado largo - las mujeres y los niños y las criaturas, se entiende.
Primero habló el corregidor; y habló y habló; luego, uno por uno, habló quien quiso hablar; y habló y habló; sin la más mínima limitación de tiempo; y habló el corregidor, y hablaron todos los demás, a pesar de los gritos ininterrumpidos de las criaturas que se tornaban en llorar y protestar; hablaban y hablaron en una voz monótona, que a veces emergía de, pero muchas veces se sumergía en, las olas de llantos, sin preocuparse si la mitad de los presentes no podía oír la mitad de lo dicho; y siguieron hablando de manera imperturbable, como hablándose a sí mismo; mientras tanto, una mujer distribuía chicha de avena a todos los presentes; siempre en la penumbra.
Cuando le expresamos al comisario nuestra intención de darle al corregidor una de las reseñas que tenemos de los propósitos de nuestra Expedición, nos dijo el comisario que era bien inútil porque el señor corregidor simplemente no >>>>>>>>