teníamos que ir a ver al Comandante de la Flota de Guerra de Panamá, el que ya estaba enterado del asunto.
f Más por costumbre de seguir adelante con algo empezado que por esperanza, fuimos. Con un mínimo de espera y un máximo de deferencia, nos encontramos sentados frente a frente con el Comandante de la Armada Panameña explicándole que, siendo que la ayuda que se nos ofrecía era por mar, nos gustaría que nos llevaran, el carro y nosotros dos, a lo largo de la costa atlántica hasta el puerto de Obaldía, en la frontera misma entre Panamá y Colombia - pero con el problema restante de cómo llegar luego de Obaldía al puerto de Turbo en Colombia, del otro lado del golfo del Darién, ya que dicho recorrido seguramente tampoco cuenta con medios capaces de llevar nuestro vehículo.
f En dos minutos, escuchamos que teníamos a nuestra disposición una nave panameña para llevar nuestro carro y nosotros a lo largo de la costa de Panamá hasta Puerto Obaldía - pero no hasta Turbo porque el Comandante no quería pedir el permiso necesario a los Colombianos, si bien él estaría dispuesto a dar el permiso para que los Colombianos viniesen a buscarnos a Obaldía. Todo ello, un tremendo e inesperado paso hacia adelante pero, con el eslabón entre Obaldía y Turbo sin solución, perfectamente impráctico e inútil.
f Nos sugirió el Comandante que uno de nosotros se fuera por avión a Obaldía a averiguar personalmente qué se ofrece allí, y nos dijo que estaría esperando nuestras noticias.
► La otra posible avenida se abrió directamente en el propio canal de televisión cultural.
Resultó que conocimos una de las productoras de programas de la estación, productora que, una vez, había ido al Darién para hacer un documentario; nos mostró su documentario; nos demostró por su misma presencia que se puede viajar por el Darién y regresar sin problemas; y nos dio el nombre y la dirección del hombre que le había servido de asesor práctico.
Así, la entrevista misma en esta televisora todavía no se había llevado a cabo, pero por sólo este encuentro ya había valido la pena el contacto con la estación; porque, esta nueva realidad automáticamente se aunó con lo que nosotros habíamos escuchado en Yaviza - a saber que los lugareños circulan, ida y vuelta, entre Panamá y Colombia, a pie por la selva - algo que había sido, para nosotros, en aquel entonces, como escuchar que había Marcianos caminando en Marte, algo de un mundo no real para nosotros; y porque, así, ahora, por catálisis instantánea, se nos cristalizó la deslumbrante posibilidad, y la pregunta ¿por qué no hacerlo nosotros - por qué no cruzar de Panamá a Colombia a pie? Todo un nuevo remolino de ideas.
Naturalmente, fuimos a ver al asesor.