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  Como Karel no es adivino, cuando entramos en el círculo, siguió no más, ya que pensaba que tenía el derecho de paso; pero no; entró un coche de las otras corrientes y Karel tuvo que frenar violentamente para que el otro coche no nos llevara por delante.

  Ahí no más surgió un policía de su garita en el medio del círculo, y empezó la consabida situación del gato y del ratón; pero logramos demostrarle, convencerle, que, a todas luces, eso tenía la forma de una glorieta con las consiguientes reglas de tránsito, que no había indicación en contrario, y que a un forastero le era difícil sondear las profundidades del pensamiento panameño; así que él devolvió el registro de manejar y no pasó nada.

> En otro sitio, en el carril donde estábamos, de repente aparecieron en el asfalto flechas direccionales contradictorias: una, indicando que había que doblar, la otra, que había que seguir derecho, la tercera, que había que doblar y la cuarta, que había que seguir derecho, una novedad en indicaciones viales ya que lo que se conoce comúnmente es flechas ya sea todas rectas para seguir recto, o todas curvas para doblar, o todas de doble propósito para seguir derecho o doblar.

  Ante esta confusión, y ya cansado de todas las faltas de responsabilidad por parte de las autoridades viales, Karel quiso salirse del destino desconocido del carril y se fue al carril al lado, asegurándose, naturalmente, que no venía nadie por atrás; solamente para encontrarnos frente a un brazo imperativo, amenazador y justiciero que nos ordenaba parar y ponernos a un lado.

  Pero, en este caso, el gato resultó ser automatizado y sordo; no hubo manera de hacerle entender que el primer requisito para que una indicación sea respetada es que sea inteligible y no contradictoria; el gato había tomado el registro de manejar, escribía una boleta como en un trance hipnótico y anunció que Karel tendría que presentarse en el tribunal de faltas algún día en el futuro (cuando nosotros ya tendríamos que estar en Colombia), que lo único que hacía él era cumplir con su deber.

  A pesar de la injusticia y estupidez de la situación, decidimos arreglar con él; de repente desapareció el automatismo, la sordera, y la ineludibilidad del deber cumplido, devolvió el registro; no sabemos qué hizo con la boleta que ya había escrito. ¿Por qué esos señores no aprenden primero a poner sus señalizaciones en orden antes de meterse en la vida de los demás?

> La ambitura, que no podemos llamar temperatura, parece quedarse dentro de límites estables - alrededor de 23 a 25 grados como mínima y alrededor de 40 ó 41 grados como máxima; con viento, cualquier ambitura se aguanta, sin viento, cualquiera está mal; la mayoría del tiempo, hay alguna brisa soplando. Parece que esta época, la seca, o supuestamente seca, es la menos pesada justamente por la salvación del viento; la otra época, la húmeda, es mucho más pesada y de fuertes lluvias, y se ahoga en la angustia de un aire sin movimiento.