Fue nuestra incursión en el Darién, a pesar de habernos impuesto la mala nueva definitiva de que las divagaciones del clima de "invierno en verano" realmente imposibilitan siquiera intentar nuestra hazaña, una experiencia diferente de todas las demás que tuvimos hasta ahora. Nos preguntamos qué diferencia nos espera entre esta selva y la selva amazónica.
Luego, hasta eso de las 14, nos atareamos con mantenimiento: mientras Karel vaciaba los tanques auxiliares de nafta que ni necesitáramos, agregaba aceite al motor, engrasaba prolijamente los muelles del vehículo, Božka se dedicó a tratar de desalojar la infiltración de polvo darienita de todo lo que hay en el vehículo - porque lo incongruo es que, mientras ciertas partes, como el Darién propiamente dicho, estaban bajo el impacto evidente de agua que no lograba escurrirse o evaporarse, en otras partes, la carretera fue un puro corredor de polvareda, muchas veces cegadora.
■ Como hoy es domingo, vamos a aprovechar para ir al Museo del Hombre Panameño; que parece que tiene colecciones de arqueología, de etnografía y de folklore.
No fue fácil encontrar el museo porque - en conformidad con lo que parece ser el punto de honor de Panamá, y de toda América Central, de no permitir que encontrar una dirección sea una operación racional y simple - este museo guarda celosamente su identidad salvo para quien ya lo encontró por otros medios y, habiendo ya cruzado el umbral, levanta, por un sexto sentido, la mirada hacia un lugar encajonado cuya existencia debe de ser evidente solamente para quienes decidieron esconder el rótulo del museo allí.
Bien valió la pena visitar dicho Museo del Hombre Panameño.
Sus colecciones ilustran un caso más de la injusticia que se da en todos los renglones de la actividad humana - de seleccionar ciertas obras del genio humano para su glorificación y alabanza exclusivas, relegando a un total olvido obras que, si bien no son cúspides, pueden ser muy buenas y hasta únicas a su manera, y también merecen un lugar bajo el Sol.
En el presente caso, vimos que, en este Panamá, del cual nunca se dice media palabra del punto de vista arqueológico - porque la gente está demasiado ocupada refiriéndose ad nauseam únicamente a los Incas y los Aztecas - también se exhumó cerámicas y esculturas de interés. Como ya sugerido, no son estas creaciones obras máximas, pero ciertamente son muy respetables, y ciertamente se merecen mucho más que la opresión del silencio que las rodea en el conocimiento general del público.
Después de todo, se sabe que, en Panamá, había una presencia humana por lo menos 10.000 a 12.000 años atrás, y se sabe que la cerámica panameña empezó a desarrollarse alrededor de 4.000 años atrás. Además, con una amplitud de espíritu notable en medios arqueológicos, se acepta la posibilidad de que existan otros vestigios aún más antiguos todavía no descubiertos.