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construir, un camino ístmico longitudinal para unificar sus posesiones en ambas mitades de América - pero, evidentemente, hasta visiones reales tienen, a veces, que esperar siglos.

Otro sueño de comunicación terrestre, a lo largo de este istmo, entre las dos mitades de América, sugerido hace más de cien años, en 1880, pero no realizado: ferrocarril.

En camino de regreso hacia Ciudad Panamá, pasado el pueblo de Cañazas, se nos tapó el horizonte con una cadena de altas sierras - increíblemente altas considerando que nos estamos acercando a una zona que une los dos océanos; seguramente, la carretera tendrá que desviarse y dejar estas sierras a un lado.

En este viaje de regreso, tuvimos una síntesis de la evolución del uso del terreno por la humanidad; empezando con la selva virgen, cerca de Yaviza, pasando por todas las gradaciones de desmontes para dar paso a pastoreos o cultivos; hasta, finalmente, la obliteración total de la vegetación natural - la misma evolución, desde estado prístino a explotado, que ya observamos cuando bajábamos del Artico hacia el sur.

Pero no hay que creer que la evolución de la vegetación es siempre de selva virgen a campos cultivados; en la antigua zona de Comogra, ahora cubierta por una selva impenetrable, en tiempos de Balboa, todo era campo abierto.

\CP/  De  vuelta en  Ciudad  Panamá.   
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Fue un  viaje muy largo;  bueno, no más largo que la ida, naturalmente, pero mucho más cansador; quizás porque la ida la hicimos en tres segmentos, y nos tocó el tramo muy malo, entre Chepo y Cañazas, al principio, cuando todavía no estábamos cansados, mientras que la vuelta fue de un solo tirón, y con el tramo peor al fin del recorrido; sin contar que estamos un poco enfebrecidos por el Sol y la humedad del Darién.

Sí, aquí en Ciudad Panamá, uno se siente mucho mejor. Ahora entendemos en carne propia por qué los Españoles decidieron mudarse de sus asentamientos originales en el Darién a este lugar de Ciudad Panamá, más salubre.

Ya es casi la medianoche; la Luna sigue creciendo noche tras noche, pero sigue acostada en el cielo como nunca la vimos, más al norte.

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Esta mañana, nos dimos el lujo de haraganear hasta las siete; todavía nos sentíamos embrutecidos por nuestro regreso del Darién.