Para nosotros, estos días fueron de tarea frenética, como siempre; parte, con las fotografías - y todavía no las terminamos; y parte, con correspondencia ya super-atrasada y en gran medida necesaria para la Expedición.
Fuera del trabajo increíblemente sin pausa ni fin, nada nuevo.
Dentro de un rato, saldremos para el Darién, apenas entreabra el correo, a las 13, para despachar nuestra correspondencia.
Mientras numerábamos y clasificábamos las fotografías, nos hubiera gustado escuchar un poco de música clásica, pero es éste un lujo cultural y elitista que aquí, en Panamá, no encontramos, a pesar de varias tentativas en varios momentos: salvo el noticiero matutino - muy matutino - que, sí, es muy completo y guarda cierto decoro, no tropezamos, ni por casualidad, con una sola palabra inteligente ni con una sola nota de música clásica a todo lo ancho y largo tanto de la frecuencia como de la amplitud moduladas.
Eso sí, se nos hizo la luz en la cabeza en cuanto a los saludos personales por radio para la tía Marta o para la familia López; ahora vemos que es la idea la más genial para captar y mantener la atención del público. ¿Qué cosa, en todo este mundo, le gusta más escuchar a la gente si no es de sí misma? ¿Qué emoción es más irresistible que escuchar su propio nombre y el nombre de familiares o amigos, propalados por radio? ¿Qué imán más poderoso en todo el mundo para hacerle tragar a la gente la inevitable publicidad entreverada entre los mensajes y saludos?
La importancia de la música del Caribe en las programaciones musicales de las emisoras panameñas, y la proporción de gente negra en todas las gradaciones de dicho color en la población panameña, sugieren la impresión de que Panamá se podría contar entre las islas del Caribe. Y tomando en cuenta la influencia vespucciana en este país, parecería que Panamá, más que ser una conexión entre el centro y el sur de América es una conexión entre el Caribe y Vespuccia; de hecho, hay lugares y momentos, donde y cuando, no pudimos no sentirnos en el Bronx de Nueva York.
A cualquiera que cruce el centro de Ciudad Panamá, se hace evidente que es ésta una gazapera de la banca internacional; se ve aquí, uno tras el otro, todos los nombres, de los más conocidos a los más desconocidos, de todos los bancos debajo del Sol.
Nos preguntábamos qué significado podía tener la bandera panameña, con sus colores, habituales, azul, blanco y rojo, en su forma, inhabitual, de cuatro rectángulos; aprendimos que el rojo y el azul simbolizan los dos partidos políticos tradicionales - de los cuales uno, de todos modos, ya ni existe - y que el color blanco simboliza la paz entre los dos partidos.
Volviendo al carnaval, el centro carnavalesco de Panamá no es Ciudad Panamá. Por alguna razón, varios centros carnavalescos se establecieron en pequeñas >>>>>>>>