Incidentalmente, lo curioso es que el ataque de Morgan no fue desde el Pacífico sino por atrás, desde el Atlántico; el mismo ardid que el de Drake en su ataque a Granada, en Nicaragua.
Mientras estábamos observando, se nos acercó una yunta de policías para advertirnos que tuviéramos cuidado por el peligro de asaltos. Lo que nos hacer acordar de que, en los primeros minutos que estuvimos en Ciudad Panamá, en oportunidad de pedir nuestras primeras direcciones - que fue a unos policías - éstos, antes de darnos las direcciones, nos advirtieron enfáticamente que tuviéramos los seguros de las puertas puestos aun con el coche en movimiento, por el peligro de asaltos en plena calle.
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Esta mañana, sí, emprendimos camino hacia la otra costa del istmo.
La primera observación que se impone es que quien cree que la carretera transístmica, por el mero hecho de ir de una punta del Canal a la otra, es evidentemente una carretera más o menos llana y recta, está muy equivocado: la carretera está subiendo y bajando y dando vueltas como cualquier otra alegre ruta serrana; no es que jamás suba a altitudes desmesuradas - cruza la línea orográfica del istmo a no mucho más de 150 metros de altitud, pero es sorprendente lo accidentado que está el terreno; si el Canal ya no fuera una realidad indiscutible, habría que considerar la idea de un canal por semejante terreno la locura de una mente descontrolada.
De hecho, acabamos de tener nuestra primera parada, en el ápice de una de estas lomas sorprendentes. Lo que vimos y aprendimos en dicha loma es apenas menos sorprendente - nada que ver con topografía ni Canal.
Vimos un templo de una religión de origen persa.
Templo bahá'í en Panamá
Lo más notable del templo es que está abierto de par en par a todos los vientos. Es una gran cúpula suelta depuradamente asentada en nueve grupos de dos cortas paredes, cada par de paredes formando un ángulo agudo hacia afuera; con los espacios entre los nueve soportes angulares, dejados abiertos; con tan sólo un gran portón de reja de hierro artístico en cada espacio; con, por lo tanto, nueve tales portones; por lo que el viento sopla libremente debajo de la cúpula; siendo el resultado, que el interior del templo no está aislado de la creación afuera, sino que acepta la creación en su interior, y de hecho es parte de la creación - hasta no solamente los vientos sino los pájaros mismos pasan libremente por este templo como si el templo no existiera.
Se accede a cada uno de los nueve portones por una escalinata de nueve peldaños.