Las primeras horas en San José fueron un milagro de cortesía a una inmensurable potencia.
Apenas hubiésemos llegado al centro de la ciudad y parado un ratito en una plazoleta para ubicarnos, se nos acercó un caballero a preguntar si necesitábamos algo; bueno, se quedó con nosotros quizás unas tres o cuatro horas, guiándonos literalmente por la mano; muchas veces, le dijimos que ya no, que era demasiado amable, que nos sentíamos incómodos de tomarle tanto tiempo; pero él, cada vez, insistía, y seguíamos.
▪ Queríamos ir a Migraciones para prorrogar nuestra famosa visa recibida en >>Alta California - ahí nos guió, e insistió en ir con Karel de ventanilla en >>ventanilla para averiguar qué trámite había que hacer; resultó que no hubo >>que hacer nada.
▪ Queríamos ir al consulado de Panamá para conseguir nuestra visa - ahí nos >>guió, e insistió en entrar al consulado con Karel, casi ni le dejó hablar, >>lo quería hacer todo él.
▪ Nos informó de la diferencia, en San José, entre moteles y apartoteles; sin >>él, nos hubiéramos perdido quizás horas antes de avivarnos.
▪ Nos informó que, en San José, no hay servicios de revelado de películas en > una hora; sin él, nos hubiéramos perdido más horas buscando lo imposible.
▪ Nos informó que, en San José, no hay lavandería funcionando con monedas; >>otro valioso tiempo que hubiésemos perdido antes de avivarnos.
▪ El insistió en guiarnos a varios apartoteles hasta que encontramos éste >>donde estamos.
▪ Naturalmente, necesitábamos un supermercado - ahí nos guió él, al mejor de >>San José.
▪ Ah sí, también queríamos ir al correo central - ahí también nos guió nuestro >>benefactor compulsivo.
▪ Hasta quería llevarnos, mañana tempranito, a las 7, al volcán Poás; tuvimos >>que suplicarle que estábamos muertos y necesitábamos descanso.
En fin; ya encontramos mucha gente amable durante nuestra Expedición, no nos podemos quejar, pero eso fue un milagro. Hicimos en unas horas, y sin pena, lo que nos hubiese demorado seguramente hasta la tarde del día siguiente.
En el supermercado, nos esperaban varios otros milagritos.
El más inmediato fue que la música de fondo consistía en una alternación de música clásica y música ligera; así, recorriendo un supermercado en San José, pudimos escuchar la primera música clásica de calidad acústica nítida desde una eternidad; claro, no se trataba de audición académica integral de toda una pieza, solamente de trozos, pero así pudimos escuchar el coro de la Novena de Beethoven, y una parte de la Inconclusa de Schubert.
Otro milagrito fue que encontramos, por primera vez en dos meses, agua potable purificada, por damajuanas de plástico - si bien, muy extrañamente, las >>>>>>>>