Se ve que es una carretera ceremonial de acceso para el tráfico de turistas, porque tiene la inconfundible marca de la estupidez vial que tanto ofende la inteligencia en Vespuccia y Canadá. Aquí - después de haber gozado, en México y en Guatemala, de la sencilla pero suficiente manera de marcar las calzadas en los lugares realmente necesarios - esta manera sobrecargada y destinada a aumentar la estupidez humana se hace todavía más insoportable.
¿Para qué esas tres líneas, una blanca y dos amarillas, en el medio de la calzada? El lema del país que inventó este sistema, y de los países que lo copian, debe de ser: "Conductor de Vehículo, No Piense, Maneje"; mientras que, con el sistema más limitado, el lema es, seguramente: "Conductor de Vehículo, Piense Primero, Luego Maneje". ¿Cuál es más respetuoso de la dignidad humana?
Lo más divertido, o trágico, es que la pintura amarilla utilizada se descolora mientras que la pintura blanca se queda, por lo que, en muchísimos sitios, se ve solamente la raya blanca sin las rayas amarillas, por lo que, si uno va bovinamente según la raya indica, uno se adelantaría a otro vehículo aun dentro de una curva o cerca del tope de una loma.
En cuanto a turistas, vimos muy pocos: durante la mayoría del tiempo que estuvimos en las ruinas, fuimos los únicos a la vista.
Descubrimos que los billetes de banco de Honduras ni siquiera son de fabricación nacional; los fabrica alguna imprenta con nombre inglés, no sabemos de qué país.
Al ver esto, nos fijamos nuevamente en los billetes de banco de Guatemala, y descubrimos que éstos también están impresos no en Guatemala sino en el extranjero, también una imprenta de nombre inglés, pero, esta vez, evidentemente de Vespuccia porque se llama a sí misma obtusamente American.
Curioso es que un país no tenga su propia maquinita para imprimir billetes.
Ahá, después de México y de Guatemala, tuvimos que venir hasta aquí para tener otra reminiscencia de Vespuccia: un error ortográfico para la posteridad, en un cartel vial, el pueblo de Concepsión.
También notamos que, como en Guatemala, aquí, en Honduras, las placas de los coches no dejan nada en la duda y aclaran debidamente Honduras-Centroamérica.
Ahá, llegamos al empalme de esta ruta ceremonial de acceso a las ruinas con la carretera principal y ordinaria y, como por milagro, desaparecieron todas las marcas en la calzada. Es de preguntarse, entonces, por qué disfrazaron la calzada ceremonial de acceso a las ruinas al gusto de ciertos forasteros si, de todos modos, estos mismos forasteros tienen, primero, que recorrer centenares de kilómetros de calzadas inteligentes.