Vamos a pernoctar a 200 metros de la última casa, no como precaución, como las primeras noches en Guatemala - la noche de ayer la pasamos en un campo - sino porque simplemente ya es de noche.
Antes de que nos olvidemos, hace varios días, empezamos a ver las mujeres llevando su agua en la cabeza en vistosos recipientes con un llamativo dibujo de rayas verticales; pero, al ver siempre los mismitos recipientes con los mismitos dibujos exactamente, en lugares muy separados, nos empezó a llamar la atención, y ahora nos dimos cuenta de que no se trata de vasijas de cerámica sino de recipientes de plástico producidos, por supuesto, industrialmente. Hay que reconocer que deben de tener mucho menos peso muerto que las vasijas de cerámica.
Antes de acostarnos, queremos dejar anotadas dos observaciones, otra vez, en el rubro de la influencia gringa en Guatemala.
Cuando hablamos con el cónsul de Guatemala, en Comitán creemos que fue, él se refirió a la capital de este su país - hablando, naturalmente, en castellano - como Guatemala City. Lo tomamos como un simple desliz de un poligloto.
Pero hoy, cuando firmamos el libro de visitantes del museo de La Democracia, vimos, entre los firmantes anteriores, nombres perfectamente castellanos dando como su ciudad de origen, por escrito, Guatemala City - no en un caso aislado sino en varios casos en aquel libro. Muy curioso.
Por otra parte, si bien la moneda oficial de Guatemala es el quetzal, es inútil tomar la pena de conseguir quetzales: cualquier compra se puede pagar normalmente y sin problemas con dólares vespuccianos, a un dólar por un quetzal, que es el cambio oficial - y la gente prefiere los dólares a los quetzales porque se da vuelta y los revende en el mercado negro a 1,2 y hasta 1,22 quetzales por dólar.
Ahora, ya no nos extraña el afán de los oficiales de aduana guatemaltecos en la frontera en cambiarnos, a uno por uno, cuántos más dólares mejor.
Pero, volviendo al grano de estas últimas dos observaciones, uno realmente se queda pensativo y se pregunta quién es el dueño del país. Y la influencia se ve hasta en el nombre de un porcentaje de los negocios, y hasta en el uso de camisetas con lemas vespuccianos por ciertos miembros de la juventud.
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Estamos por salir hacia nuestra próxima meta, el pueblo de San Antonio de las Aguas Calientes que, se dice, es uno de los más típicos y atractivos del país.