futuro, tanto inmediato, en América Central, como mediato, en ciertas partes de los Andes, pero ¿no sería un mejor mundo, un mundo en el cual los únicos acontecimientos serían los diarios aconteceres de cada comarca, de cada individuo de cuna a sepelio, partes existenciales de la condición humana, sin los pogroms - tanto explícitos violentos como económicos solapados - desatados por un puñado de megalómanos en perjuicio de millones de sus congéneres terrícolas? ¿No es más feliz la gente que sabe solamente de nacimientos, brazos rotos, cumpleaños, aun inevitables sepelios, alrededor suyo?
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Esta mañana, antes de echar a andar, otra vez exploramos las ondas radiofónicas, y, por algún milagro, nos enteramos no solamente de las noticias internacionales sino también del pronóstico detallado del tiempo - ¿desde dónde? desde Tejas. De no ser una experiencia propia nuestra que sabemos que es la verdad, nos resultaría increíble; pero así es.
Por otra parte, en los 37 ó 38 días que pasamos en México, no vimos ni un solo error de ortografía por analfabetismo de la oficialidad - naturalmente, que tampoco vimos muchos escritos oficiales, mientras que, en las mismas circunstancias, en Vespuccia, hubiésemos visto docenas si no centenares de carteles oficiales - y el que no escribe, naturalmente, no hace errores de ortografía.
Si excluimos los fantasiosos errores garabateados por aquel yuyero aldeano y ni siquiera hispanohablante de nacimiento, vimos un solo error de ortografía, y ello, en un folleto casi casero. Y no tropezamos con ningún insulto a conocimientos o conceptos básicos.
Casi la frontera con Guatemala. ¿Cómo será?
Bueno, ya está. Con una hora y media de trámites incluyendo una fumigación en debida forma de nuestro vehículo, estamos en Guatemala.
En 1822, no hubiéramos cruzado una frontera aquí porque no la había.
No la había porque, en aquel año, Guatemala y sus cuatro vecinos centro-americanos, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, después de independizarse de España en 1821, simplemente estaban en unión con México. México se extendía hasta Panamá - mejor dicho hasta la Colombia de entonces, que incluía Panamá. Así que nada de frontera en 1822.
Y entre 1823 y 1838, hubiésemos entrado no a Guatemala sino a las Provincias Unidas de Centroamérica.