Y hacia Tepic - con desayuno. Por una carretera que, en el mapa, tiene toda la perfección de una línea roja pero que, en la práctica, por lo menos en su primer tramo, se puede calificar sin duda de muy mala; de asfalto ondulado, y tan lleno de pozos que simplemente no hay manera de evitarlos.
En la lejanía, a nuestra derecha, hay el mar, por lo menos se sabe que está ahí, y a nuestra izquierda, hay serranías; entre los dos, de ambos lados de la carretera, hay cultivos varios.
El tiempo está soleado, hace bastante calor.
Mientras viajamos, hay tiempo para mencionar la desprolijidad, y en muchos casos la suciedad, sin justificativos, que se ve en muchos lados.
De suciedad ya hablamos, pero se podía esperar y pensar que era solamente en lugares apartados y recientemente abiertos a la actividad contemporánea; pero aquí estamos en la parte principal del país, y la falta de aseo sigue la misma, con basurales vandálicos muy frecuentes.
Como caso de desprolijidad, ayer, en el mercado, vimos quesos grandes siendo cortados en tajadas a gusto del cliente, arruinadas en el corte de tal manera que no se puede explicar por qué, y no se puede ilustrar cómo en palabras - más desgarradas que cortadas.
Todo ello no es cuestión de dinero, es solamente cuestión de cuidar el detalle. Quizás haya base en ello para un estudio sociológico o psicológico porque, en estrecha convivencia con lo expuesto, hay muchos indicios de inquietudes artísticas; muchas muchachas visten con una evidente elegancia - si bien no sea, quizás, la elegancia estereotipada de las casas de alta costura, sino el tipo de elegancia más sentida y más expresiva que nace frente a la máquina de coser familiar.
Un ejemplo de este contraste entre el abandono y las inquietudes, lo vimos ayer en Mazatlán, concentrado en un autobús: estaba mugriento de punta a punta, y al mismo tiempo tenía un magnífico despliegue de docenas de lucecitas de posición, de tres o cuatro colores, una verdadera obra de arte que tiene que haber costado tiempo, habilidad y dinero.
Mientras tanto, acabamos de cruzar del estado de Sinaloa al estado de Nayarit.
Hace un rato, paramos para ver si los frenos calentaban. No, no calientan.
En el mismo lugar, se detuvo un camión con acoplado - de los grandes y muy altos; en los techos, había una aglomeración humana viajando en condiciones evidentemente poco ordinarias y bastante precarias; comentábamos el caso, cuando nuestro interés se transformó instantáneamente en asombro, al abrirse >>>>>>>>