El resultado, que no deja de seguir sorprendiendo, es que sabemos qué pasa en el mundo a través de la óptica vespucciana, y sabemos el tiempo y pronóstico del tiempo en San Antonio - Texas, y en Santa Fe - Nuevo México, pero no sabemos nada nadita de lo que pasa en México, o de lo que pasa en el mundo, de verdad; y el pronóstico del tiempo local sigue siendo un misterio hermético.
La única fuente de inteligencia en el mundo radiofónico sigue siendo lo que, ahora sabemos a ciencia cierta, es la parte auditiva del programa de televisión de la República de México - ahora que hay que aclarar que no se trata de un programa inteligente para un público general inteligente, sino de una escuela del aire, y de una universidad del aire, con programas correspondiendo, a cada año del ciclo escolar, y a cada año del ciclo universitario, y a cursos de perfeccionamiento para los maestros de las escuelas primarias y para los profesores de las escuelas segundarias - todo, sumamente interesante, pero una voz solitaria en el desierto.
Esta mañana, escuchamos así tres programas: los varios períodos cromáticos de Picasso; las maravillas de lo que llamaron el contrato entre pájaros, insectos y flora, para la alimentación de los primeros y la fertilización de la otra; y, finalmente, la contaminación, de tierra, agua y aire, en Suecia en particular, y en el hemisferio norte en general - y aquí interviene la importancia de nuestra posición en la lomita con las dos bajadas, una, de cada lado.
Por lo que vimos hasta ahora, el coeficiente de contaminación de cada vehículo automotor en México es tremendo; muchos camiones y autobuses dejan detrás de sí una verdadera cámara de gas, con los resultados, de que, aun en ciudades comparativamente pequeñas, la contaminación está totalmente fuera de proporción con la cantidad de vehículos; de que, a lo largo de las carreteras, cuando hay tráfico un poco seguido, se va formando un corredor de gases.
Y es lo que, como irónica, paradójica, evidencia - mientras escuchábamos en la radio los horrores presentes y las catástrofes futuras de la contaminación global - íbamos viendo en los dos bajos, de cada lado de nuestra loma: cada vez que pasaban cuatro o cinco vehículos, empezaba a acumularse en las dos hondonadas una capa de gases; resulta bien curioso, escuchar con el oído las admoniciones de que es imperativo cambiar el estado de las cosas si queremos evitar la certeza de mayores desastres, y al mismo tiempo ver con la vista que cada uno sigue despreocupándose de la contaminación que crea.
Pasando a otra cosa - salvo que ello también se pueda considerar como un tipo de contaminación ambiental, quizás directamente y ciertamente indirectamente - las mujeres mexicanas, sin duda con la ayuda de sus maridos, salvo que sean los hombres mexicanos con la ayuda de sus mujeres, se preocupan mucho por la continuación, y más probablemente la expansión, de la raza humana: hay cantidades grandes de chiquillos donde uno mire, y nutridas cohortes de mujeres con uno más en camino.