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Apenas salidos del taller, escuchamos con desánimo un agudo chillido intermitente difícil de ubicar; recorrimos varias calles, tratando de determinar su origen, pero no lo lográbamos; hasta que, en desesperación, paramos, no sabiendo ya qué pensar - y hele que, para asombro nuestro, el chillido seguía tan fuerte como siempre, el chillido no era nuestro; en pocas palabras, nunca escuchamos antes un canto de pájaro tan desagradable como éste - el chillido era simplemente la voz, no se la puede llamar un canto, de docenas de pequeños pájaros negros cubriendo cada centímetro de todas las ramas de ciertos árboles, tanto de hojas como de palmas.

Así aliviados de que no hay problemas con el vehículo, estamos, ahora, en el estacionamiento de un supermercado, el mayor supermercado que hayamos visto hasta ahora en México - y no vende solamente los artículos habituales de comida y limpieza sino que es una tienda con todo lo anterior y con todo lo que se encontraría en una tienda de departamentos; y tiene todo arreglado tan astutamente que la comida se encuentra al fondo del mercado, y todo lo demás al frente, así que, como la gente tiene que comer todos los días, a la fuerza, todos los días, tiene que pasar, primero, por entre toda clase de mercadería que, de otra manera, no vería.

Es increíble el ruido de la calle; los escapes, especialmente de los autobuses y de los camiones; un altoparlante vociferando sin cesar - ni se entiende qué.

No hace demasiado calor, pero el aire está húmedo y pesado; qué contraste con el aire liviano y vivificante allí arriba en la Sierra Madre Occidental.

Por lo que vimos, Mazatlán es también una ciudad balnearia, con una hilera de hoteles y moteles a lo largo de la bahía, con una playa angosta aplastada por el tráfico costanero, típico ejemplo de ciudad balnearia que nosotros no entendemos.

Vamos a ir a pasar la noche al lugar, poco cómodo pero el único disponible, donde ya pernoctamos antes de ir a Buenos Aires; y mañana, seguiremos hacia nuestra próxima meta, la ciudad de Tepic.

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Esta mañana, hacia Tepic - sin desayuno; por lo incómodo del dormitorio.

Acabamos de desayunarnos, donde la ruta pasa por lo alto de una lomita con vista abierta hasta la lejanía, y con la ineludible consecuencia de una bajada de cada lado de la loma, detalle que llegó a tener su importancia ilustrativa.

Mientras Božka preparaba el desayuno, Karel se dedicó nuevamente a la exploración de las ondas radiofónicas.