Antes de salir de La Paz, fuimos a nuestro primer mercado realmente grande en México. Había de todo, hasta un guarda armado en la puerta, como pasa también muchas veces en Vespuccia; así que la teoría de Karel se va verificando.
En la playa de estacionamiento, vimos un coche con placas de Alta California, lo común, como ya dicho, en Baja California, pero con una gran inscripción de cada lado, rezando "Alemania". Nos llamó la atención; en seguida especulamos que quizás habían ido a América Central y habían utilizado su inscripción "Alemania" como un escudo contra anti-yanquismo.
Fuimos a hablar con los viajeros. Eran, efectivamente, Alemanes. No, no habían ido a América Central, habían recorrido Baja California solamente, pero sí, habían puesto la inscripción para no ser confundidos con Vespuccianos; y sí, desde que habían colocado la inscripción, los trataban mucho mejor. Deducción: si su declaración de no-vespuccianismo les sirvió aquí en Baja California, cuánto más les serviría en América Central; quizás el nombre de nuestra Expedición que tenemos en castellano de ambos lados de nuestro vehículo ya nos haya servido de protección, y esperamos que nos seguirá protegiendo.
Finalmente para hoy, una receta, según nos quedamos observando, hace un rato, - un poco de estrellas, un poco de nubes, un poco de Luna, un poco de rojo, un poco de grillos, un poco de campanas de ganado, un poco de mugidos, un fondo de silencio. ¿Resultado? Un elixir de paz.
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Hoy, no ocurrió gran cosa. Seguimos nuestra vuelta por la extremidad sur de la península. Pasamos por otro lugar - otro rancho - de nombre Buenos Aires. No nos acordamos si ayer mencionamos que ayer también pasamos por un lugar - un rancho - llamado Buenos Aires.
El rancho de ayer
Hoy, también pasamos por un rancho donde ordeñaban zebúes; nos compramos leche de zebú, y en seguida la disfrutamos, todavía tibia de las vacas, probándola también con dátiles de San Ignacio y miel del desierto. Nos pareció un poco más liviana que la leche vacuna-vacuna sin, por ello, dar la impresión de acuosa.
En la extremidad de la península, el mar tiene un hermoso color, turquesa, cerca de la orilla, azul de ultramar, en la lejanía.
Nos paramos en dos playas; las dos, totalmente desprovistas de conchas, por lo tanto de pájaros, por lo tanto de vida; en la segunda playa, vimos algo que fue totalmente nuevo para nosotros: la pendiente de arena de la playa, en vez de bajar de la manera pareja habitual, bajaba por escalones totalmente >>>>>>>>