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Esta mañana, para el desayuno, exploramos las ondas radiofónicas. La proporción de emisoras mexicanas y vespuccianas está al revés de lo que estaba, o sea que la gran mayoría ya es mexicana, si bien también escuchamos estaciones en inglés, una, de San Antonio, en Texas; pero la vaciedad informativa y cultural sigue abismalmente. Hace diez días que no sabemos qué pasa en el mundo; hace diez días que, cada vez que exploramos ondas radiofónicas, no escuchamos otra cosa que publicidad del más bajo nivel, canciones populares, y mensajes de saludos personales; la más reciente palabra inteligente, la escuchamos de la emisora de la Universidad Autónoma en Mexicali.
Cerca de Loreto, hay una cueva con pinturas rupestres. Como primera cosa hoy, vamos a tratar de encontrarla, a ver qué es.
Fuimos, vimos, volvimos.
Catorce kilómetros de un paisaje escarpadísimo, como uno se lo imaginaría al principio de la creación, antes de que interviniera la erosión; catorce kilómetros de una huella esposando implacablemente cada conformación del terreno, con la impresión, a veces, de que el vehículo se iría a volcar.
A la vuelta, por lo menos, descubrimos que hay otra manera de volver al asfalto - que es siguiendo el lecho de un torrente, evitando así, por lo menos, todas las bajadas y subidas de la ida.
Pero, los dibujos rupestres, realmente ni vale la pena mencionarlos: apenas un par de dibujos y nada más - pero sí de varios colores.
Arrancamos otra vez para el sur.
Cruzamos el paralelo 26.
El paisaje es hermoso e impresionante. A nuestra derecha, tenemos la acumulación desordenada de las sierras ásperas, reacias, cuyo interior conocemos por nuestra excursión de esta mañana. A nuestra izquierda, está el mar de Cortés, alias golfo de California, que se ve muy bien desde la altura por donde corre la carretera, salpicado, cortado, embellecido, por islas de varios tamaños e islotes; estas islas, naturalmente, son la continuación del sistema orográfico a nuestra derecha: tienen las mismas crestas puntiagudas y laderas verticales recortadas.
La costa
Se puede decir que, desde la frontera con Vespuccia hasta El Rosario del Norte, es la parte comparativamente menos individualista; que, de El Rosario >>>>>>>>