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luz, de llovizna, de niebla, de camino de ripio, con muy mala visibilidad - suficiente sin embargo para seguir viendo los amenazantes montones de nieve a ambos lados del camino.

Por suerte, el camino está bajando ahora. Esperemos que va a salir de las nubes.

Sí, sale de las nubes. Y al ripio, lo reemplazó otra vez el asfalto, malo todavía, pero asfalto.

Llegamos a un lugar donde hacen obras viales; están construyendo un nuevo trecho de camino, de traza mejorada, al lado del camino anterior, que, en este lugar, se desmoronó. Otra vez, las dos generaciones de camino, la viejita, la vigorosa.

La neblina se fue; se volvió otra vez nubes, allá arriba, alrededor de las cumbres de los cerros; y el camino se volvió otra vez asfalto del bueno.

Ahora, hasta se terminó la nieve a los costados del camino.

Nos sentimos mejor.

El ambiente se volvió otra vez solamente impresionante, ya no aterrador. Ahora, la tenebrosidad hasta empieza a tener su pequeña sonrisa: entre los enormes nubarrones grises, casi negros, se abrió un pedazo un poco más lívido por donde se puede adivinar la luz y el Sol que siguen resplandeciendo allá arriba; esta lividez se refleja en los lagos contorsionados entre los cerros, y los cerros, por contraste, parecen absolutamente negros. Todo ello conforma un espectáculo como de un otro mundo.

Y ahora, la lívida sonrisa del cielo hasta se está haciendo más benévola: se empieza a ver un poco de rosáceo en el cielo; ahora, realmente nos sentimos mucho mejor.

Hemos bajado de las sierras, pues; el camino corre ahora a lo largo del mar, y es la primera vez, en realidad, en esta Expedición, que estamos viajando a lo largo de un mar completamente abierto. El tiempo se recompuso totalmente; el cielo está poblado de nubes tintadas de rosáceo por los últimos rayos del Sol. Sería lindo encontrar un lugarcito por aquí para pernoctar.



Barcos en Port Saunders

Pero no hace tanto, apenas empezamos nuestro viaje por esta península norte de Terra Nova, no nos sentíamos tan cómodos; más bien nos preguntábamos si hacíamos bien en entrar en lo que, entonces, parecía el imperio de algunos espíritus subterráneos.

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