Llegamos a la ciudad de Loreto.
Llueve. Las calles son barriales de primera, con charcos que uno se atreve a cruzar solamente recomendando sus ejes, muelles y amortiguadores al patrón de los automovilistas.
Es éste el lugar donde los primeros Jesuitas en California - en el sentido legítimo de la palabra - empezaron a establecer el mismo tipo de comunidad de paraborígenes que habían ya instaurado, con mucho éxito, en Paraguay; a la vez, para proteger a los paraborígenes contra los excesos y abusos físicos de los colonialistas, y también para colonizar sus almas, convirtiéndolos al cristianismo.
Y ello, a pesar de que no había sido su intención quedarse aquí, a pesar de que se dirigían a otro sitio.
Pero entonces, ¿por qué se fundó ésta, la primera misión de todas las misiones de California - desde la punta sur de la península hasta la marca de Oregon - en este sitio, y no otro? Porque fue en este sitio, y no otro, que la mula del padre Salvatierra, en camino, pues, en 1697, hacia otro lugar, se cayó con su carga - una imagen de la virgen de Loreto - y porque ahí no más, en el acto, el padre Salvatierra decidió que era ello un signo providencial de que tenía que fundar su misión - en este sitio, y no otro.
El cementerio
La iglesia todavía funciona como centro religioso, y los recintos adyacentes, hoy en día, son un museo.
La iglesia, bastante grande - sorprendentemente grande si uno piensa que fue la primera en una tierra tan desconocida, tan adversa - tiene paredes de mampostería muy gruesas; pero fue bastante cambiada en lo demás con el correr del tiempo; y esos Jesuitas ciertamente no conocían ventiladores, iluminación eléctrica del altar, ni la manera moderna de proveer agua bendita a los parroquianos que vienen a surtirse con pequeños frascos para llevársela a casa: se trata simplemente de uno de aquellos grandes garrafones invertidos que se utiliza para bebida en las oficinas, pero con la meticulosa etiqueta, naturalmente, Agua Bendita.
El museo muestra objetos auténticos de aquellos años de los misionarios - objetos de culto, herramientas de trabajo, arte religioso tanto escultórico como pictorial, un armonio, del cual queda tan sólo la caja, una campana, que nunca tocó porque cuando fue mandada a la misión por barco, en 1769, se perdió en el naufragio del barco, y fue redescubierta recién en 1976, y también hay, curiosamente, unas cajas lacadas asiáticas.
¿Cómo vinieron a parar aquí objetos del Lejano Occidente? Simplemente por los galeones procedentes de Manila que hacían escala en San José del Cabo y que daban a los misionarios, a cambio de comida fresca, algunos de los objetos que llevaban, como ser telas de algodón, de lino, de seda, porcelanas, y las cajas de laca.