?? A los 14,5 kilómetros, paramos en el medio de la soledad, del silencio, de las piedras, y de los cactos, para reevaluar la situación. ¿Para qué seguir adelante si no había alma a la vista, para qué someter el vehículo a semejante castigo, 99/oo del tiempo en baja, y el restante 1/oo en primera? Si, según como parecían las cosas, no encontraríamos a nadie - y sin la ayuda de un lugareño era pues imposible encontrar la cueva, ya que los últimos tres kilómetros había que hacerlos a pie, quién sabe por dónde y adónde - allí, en ese momento y en ese lugar, nos enfrentamos con la profunda pregunta: ¿dónde está la demarcación entre perseverancia, determinación y vacía terquedad?
?? Después de largas cogitaciones, decidimos seguir adelante. Como si fuera una recompensa por nuestra decisión, a los pocos minutos y los muchos saltos, vimos obra humana: un alambrado a medio hacer, unas extensiones de desmonte, un verdadero milagro; seguramente que debía de haber alguien por ahí; pero no; nadie; nadie.
?? Y seguimos; y, al rato, la huella, de repente, se volvió peor todavía y más angosta todavía - y habíamos recorrido sólo 1,5 kilómetro desde el punto donde habíamos reevaluado la situación.
?? Paramos otra vez, y en ese sitio y en ese momento, encontramos la respuesta a nuestra pregunta: esa era la línea demarcatoria entre determinación constructiva y terquedad vacía; decidimos dar vuelta, si bien todavía no sabíamos cómo, en este carril de piedras donde estábamos apresados; decidimos volver hasta encontrar la conexión con el bombeador eólico aquel, a ver si, por fin, encontraríamos algún ser viviente.
?? Nos hicimos una pequeña plataforma al lado de la brecha, "pequeña" pero suficiente para maniobrar un vehículo de 5,5 metros de largo, removiendo una cantidad de rocas - y buen laburo fue; dimos vuelta, sin más problema que rallar la pintura con las espinas de un cacto; en el regreso, no hubo ni una sacudida menos que a la ida, pero, por lo menos, sabíamos qué esperar; y es increíble cuánto mejor es la certidumbre de un mal conocido, y que se sabe limitado a lo que es, que la simple posibilidad de un mal desconocido y del cual no se sabe los límites.
?? Eventualmente, llegamos al bombeador eólico; milagro de milagros: perros, vacas, niños, y hasta gente adulta. Minutos más tarde, nos encontramos volando de piedra en piedra en una chatita con los tres hombres del rancho como guías.
?? Después de recorrer, por tercera vez pues, el trecho de camino que ya habíamos cubierto ida y vuelta con nuestro vehículo, entonces - del punto donde nosotros habíamos dado vuelta en adelante - recién empezó la verdadera odisea; todo lo que había parecido pésimo hasta entonces, de repente se volvió deseable, cómodo, confortable; no más huella, no más brecha, un terreno pedregoso diabólico; con piedras acumuladas por torrentes en la corta época de >>>>>>>>