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de la misión; eran dibujos geométricos primitivos de dos colores, amarillo y ocre; y para ello, aun en gran cantidad, ciertamente no hubiese valido la pena castigar nuestro vehículo ocho horas.

Por otra parte, cerca de estos mismos dibujitos, encontramos por casualidad una pareja que resultó ser de arqueólogos del tipo aficionado pero entendido, y que ya conoce Baja California por haberla recorrido durante varias temporadas; así, nos enteramos de que, a su saber y entender, no hay, en la zona de la misión de San Borja, dibujos antropomorfos del tipo que les describimos; de que sí los hay en una cueva mucho más al sur de la península; además, de que hay que tener cuidado porque, en una cueva, hay dibujos tipo indígena pero hechos en años recientes por un artista italiano. Y sin embargo, en el museíto de Mexicali, había un cartel muy claro que la reproducción que vimos era de dibujos de una cueva de San Borjita.

No es esta Expedición, de antropología especializada; no entra dentro de nuestro enfoque panamericano pasarnos una semana o dos o tres, yendo de cueva en cueva para descubrir a ciencia cierta quién tiene razón y quién no la tiene.

De todos modos, de la misión San Borja, aprendimos que, primero, la construyeron los Jesuitas, de lo cual nada queda; luego, la reconstruyeron los Franciscanos, de lo que quedan unas paredes de adobe; y luego, la re-reconstruyeron los Dominicos, de lo cual quedan unos edificios de mampostería pero en estado muy pobre y ruinoso. Hasta las dos campanas, que databan de 1759, fueron robadas.

Mientras tanto, la topografía se ha vuelto totalmente llana; hasta los cactos han desaparecido.

Todo a la vez, hemos cruzado del estado de Baja California Norte al estado de Baja California Sur, hemos cruzado de una zona horaria a otra - de manera que, de repente, no son las tres sino las cuatro de la tarde, lo que no tiene mucha razón aparente ya que se trata de una diferencia horaria de norte a sur y no de poniente a oriente - y hemos cruzado el paralelo 28.

Falta 27 paralelos más y, nos tememos, muchos dolores de cabeza, para llegar al paralelo 0, al ecuador.

Estamos en el pueblo de Guerrero Negro. Nos hace pensar en algún pueblo del Artico, por el mismo empeño de mantener un núcleo habitado en un lugar en grado máximo inhóspito.

Una de las razones, si no la razón, de ser de Guerrero Negro es que tiene las más grandes salinas por evaporación solar de la Tierra, salinas que son mucho más grandes que el pueblo mismo, cerca de 260 kilómetros cuadrados, con una producción de cinco millones de toneladas de sal por año.