dejados y cerrados con vidrios de color, de color diferente en cada una de las uniones, de manera que las paredes adentro de la iglesia, por otra parte, totalmente desnudas y austeras, presentan franjas coloridas verticales sucesivas, un color por conexión de conos en la bóveda.
En contra de la iglesia, está todo lo demás: tanto de afuera como de adentro, sus paredes podrían ser de un galpón o de un depósito cualquiera; no tiene una sola decoración salvo el crucifijo, y su acústica, por lo poco que escuchamos, es pésima.
Se nos presentó la oportunidad de pasar la noche en una calle tranquila a dos cuadras de la iglesia; como ya eran las 16:30 y a las 17 ya es de noche, aprovechamos la oportunidad y aquí estamos.
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Esta mañana, sigue lloviendo.
De Tijuana, se nos presenta la opción, de salir directamente hacia el sur por la costa pacífica de la península o de cruzar a Mexicali, tierra adentro, en el eje del golfo de California, y recién desde ahí encaminarnos hacia el sur por la península.
Finalmente, decidimos por la salida por Mexicali, pero como, por lo que sabemos, de Mexicali hacia el sur, es un camino muy segundario, y parece que no hay la famosa segunda línea aduanera o sea la aduana verdadera, vamos a tener ahora que regresar al puesto fronterizo de Tijuana e insistir en los trámites aquí no más.
Bueno, ya está todo arreglado; verdaderamente con un mínimo de espera, un mínimo de papelerío, sin ninguna revisación de nada, y hasta pudimos, al mismo tiempo, mirar la televisión, y hablar de "gaseosas", según sugieren acá los oficiales.
De paso, pudimos observar el increíble caudal de gente cruzando la frontera en toda clase de vehículos, y muchas también a pie; parece que es la frontera más activa de la Tierra, con unos 15 millones de personas cruzando cada año - los domingos, puede haber 130.000 personas en un solo día.
Yendo al puesto fronterizo, pudimos observar Tijuana un poco más. A las docenas de profesionales observados ayer, hoy tenemos que agregar docenas de talleres de chapa, pintura y tapizado para automóviles. Naturalmente que estos profesionales, del martillo, del pincel y de la aguja, no tienen por qué guardar la misma reserva decorosa que los demás profesionales, y vimos por lo menos un hombre en frente de cada taller, o sea uno al lado del otro, cuadra tras cuadra, gesticulando al paso de cada vehículo con placas vespuccianas - incluyendo nosotros, si bien, muy evidentemente, no necesitábamos los servicios
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