Una nómina de todas las misiones españolas en América seguramente sería fuente de muchas observaciones. Aun la nómina de las 21 misiones de Alta California ofrece algunas. Por ejemplo, que hubo tantos santos Luises que hay que especificar: San Luis, rey de Francia; San Luis, obispo de Tolosa; por ejemplo, que San Francisco no fue el único en salir de Asís, que también hubo Santa Clara de Asís; etc.
Hoy, esta ex-misión está reducida a una atracción turística en un jardín, que seguramente nada tienen en común con el espíritu de la misión cuando todavía era una misión.
Estamos pasando por el pueblo de San Clemente. Hay tantos topónimos castellanos que, cuando estemos en México, no cambiará mucho.
En la autopista por donde viajamos, que es la única vía de comunicación disponible por aquí, y la única que uno quiere tomar - ¿por qué querer pasear en estas nubes insalubres? - hay nuevamente una confabulación de los conductores para viajar a 65 millas por hora cuando la máxima es, como siempre, de 55 millas. Mejor para nosotros.
Nos detuvimos un rato en un lugar provisto para quien quiera descansar un poco, justo entre la autopista y la costa del océano Pacífico.
La contaminación está por todos los lados; la costa hacia el norte se pierde en ella, la costa hacia el sur se pierde en ella.
Hay helicópteros patrullando la costa, ida y vuelta, ida y vuelta; el cielo no se queda ni un minuto sin helicóptero, por un lado o por otro, o en dos lados a la vez. ¿Será por el contrabando de drogas, o por la inmigración ilegal, o por otra causa?
También, se escucha fuertes explosiones sordas que, si no son de bombas, con toda seguridad suenan como si fueran bombas.
Nos estamos aproximando a San Diego - San Diego de Alcalá; este nombre completo lo sabemos por la nómina de las misiones.
La barbaridad de la contaminación sigue.
El tráfico sigue alegremente entre 65 y 75 millas por hora en vez de las 55 millas legales, o sea entre 104 y 120 kilómetros en vez de 88.
Los carteles viales en la autopista tienen una indicación que seguramente le jugaría una mala pasada a un automovilista de habla castellana solamente tratando de dirigirse al centro de San Diego. En las bifurcaciones hay dos carteles, un cartel indica Downtown, lo que para quien habla solamente castellano nada significa, no existe, tanto más cuando el otro cartel indica El Centro, que es la dirección que nuestro viajero, de habla castellana solamente, sigue para ir al centro. En un principio, en realidad, poco importa >>>>>>>>