Ahora, no habrá otro remedio que pasar la noche en una calle.
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\LA/ Hoy, pasamos el día básicamente con diligencias, moviéndonos, a la vez, >>>>>paulatinamente hacia el suburbio losangelino de Santa Mónica, en la costa del Pacífico.
En una de las galerías comerciales adonde fuimos de compras, un grupo de aficionados daba un concierto público. Fue el segundo tal caso; en días pasados, fue un grupo de instrumentos de viento; hoy, fue un coro de niños; en ambos casos, hay que subrayar la pericia y el entusiasmo bastante notables de los ejecutantes, pero no se puede dejar de censurar a los organizadores por auspiciar dichos conciertos en recintos tan reverberantes como las galerías comerciales, donde la música se vuelve una inundación ensordecedora para todo el mundo, y muy posiblemente dañina para el sistema auditivo de los ejecutantes. Por lo menos, podrían elegir piezas tranquilas, o ejecutar las presentadas ajustándose a la acústica disponible.
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Pasamos la noche antes de haber alcanzado Santa Mónica.
Hoy, recorrimos este suburbio un poco, y trabajamos en nuestro vehículo mucho. Santa Mónica oscila entre lujo mediano y lujo grande; sin embargo, tiene sus problemas.
Por una parte, el terreno, en varias partes, es de acantilados de material flojo, por lo que no es inhabitual que haya desmoronamientos que se traguen residencias previamente orgullosamente sitas en un lugar privilegiado - por su ostentación y por su vista al mar - en el reborde de los acantilados. Por lo menos, hay un destino igualador porque, una vez que se cayó al abismo una residencia al borde del acantilado, le toca el turno a la residencia que estaba atrás, encontrarse, a su vez, en el lugar privilegiado al borde del acantilado y lista para irse al abismo. Así, vimos un heroico esfuerzo para postergar, si no evitar, tan humillante ocaso de una de las joyas de cantil - toda una faz de acantilado debajo de una residencia, cubierta de centenares de metros cuadrados de hojas de plástico para prevenir la acción erosiva de las lluvias que caen en esta época del año en este desierto.
Plásticos para prevención de derrumbes, en Santa Monica
Por otra parte, no es el agua el solo problema que tienen por aquí. El fuego es otro. No es inhabitual que un solo fuego arrase, a veces, docenas de residencias; así que, en muchas calles, hay carteles permanentes prohibiendo fumar hasta en la calle misma.