Tratamos de encontrar una manera de expresar la diferencia entre el primer satélite y el más reciente explorador interplanetario, pero no hay manera; cualquier analogía sería infinitamente inadecuada.
Este más reciente explorador-laboratorio interplanetario es una pasmosamente densa concentración de altísima tecnología, así compactada a pesar de disponer de un espacio miles de veces más voluminoso que la pelota satelital original.
Alrededor de su núcleo de mando, con receptores desde Tierra, transmisores a Tierra, almacenamiento de datos y mandos, y demás sesos, incluso capaces de tomar ciertas decisiones sin intervención humana - mucho de ello en duplicado para redundancia de confiabilidad - este pionero interplanetario tiene todo lo siguiente.
Encima - por lo menos encima en términos terrestres, porque en el espacio exterior no hay encima y no hay debajo - tiene una pantalla parabólica de comunicaciones radiales con Tierra, de 3,7 metros de diámetro.
Esta antena sirve también para análisis científicos: cuando se encuentra del otro lado de una densidad tal como una atmósfera de cuerpo celeste, o tal como los anillos de Saturno, u otra concentración de partículas, y transmite desde allí a Tierra, las interferencias que ocurren en la transmisión permiten analizar la densidad y la composición de dichos cuerpos intervinientes.
Hacia la izquierda - por lo menos la izquierda desde donde lo vimos - tiene un aguijón de 12,9 metros, que, de por sí, es una maravilla de mecánica por la relación entre su grácil estructura y su largo, aguijón para llevar un magnetómetro; también tiene dos antenas, de radio-astronomía planetaria, y de ondas de plasma; y, en un soporte extendido fuera del cuerpo, tres generadores nucleares termoeléctricos.
A la derecha, tiene, aglomerados en otro aguijón, la sorprendente cantidad de instrumentos siguiente: un detector de plasma; un detector de rayos cósmicos; dos cámaras fotográficas - una, de ángulo ancho, una, de ángulo angosto; un espectrómetro ultra-violeta; un interferómetro; un espectrómetro y un radiómetro infrarrojos; un fotopolarímetro; y un detector de partículas cargadas de baja energía.
Bastante asombrosa, la proporción entre este grano de polvo perdido en el espacio interplanetario y sus tremendas capacidades tecnológicas.
En el casco de su cuerpo mismo, lleva, a la vista, un disco recto-verso con, de un lado, dibujos de un hombre y de una mujer, y ciertas fórmulas científicas, y del otro lado, muestras de varios sonidos, naturales y artificiales, de nuestra Tierra, por si acaso, algún día, llegase a las manos, o por lo menos a la atención, de algún ser inteligente allá en el universo >>>>>>>>