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Se nos ocurrió la similitud, o la concordancia, entre la fábrica de condimentos del otro día y esta fábrica de suplementos nutritivos, de que ambas tienen éxito porque ambas responden a la realidad de que la comida de hoy, cultivada como está, criada como está, procesada como está, ya no tiene el rico sabor y la buena nutrición que la comida solía tener cuando todo estaba más cerca de la naturaleza.

Después de esta visita doble, tuvimos una buena nueva: aprovechando nuestra presencia un poco fuera del conglomerado de Los Angeles, buscamos otra vez, y esta vez encontramos, las cuatro cubiertas que necesitamos para el vehículo; un buen dolor de cabeza de menos.

Estamos estacionados para la noche en una calle tranquila del suburbio losangelino de West Covina.  Todavía no sabemos qué haremos mañana, pero el problema no será qué hacer sino qué hacer primero.

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La calle propiamente dicha fue tranquila, pero de qué sirve que todo el vecindario esté tranquilo si está envuelto en un infierno auditivo - y es lo que ocurrió toda la noche por las cataratas de ruido de una autopista a pocas cuadras; probablemente, cien fábricas ruidosas todas juntas harían menos ruido. De qué sirve vivir en lindas pequeñas casitas en un barrio tranquilo si uno está envuelto en una inundación de ruido, y cubierto por un sudario de contaminación.

Además, esta mañana, con la luz del día, descubrimos que estamos en lo que llaman una "zona de vigilancia de vecindad", o sea que, mientras los ricos de Beverly Hills tienen sus guardas armados como protección contra asaltos, aquí, la gente más humilde tiene vigilancia vecinal; cada casa tiene su emblema, cada calle tiene su cartel de advertencia que los vecinos están vigilando y listos para llamar la policía por cualquier movimiento sospechoso.  Qué manera de vivir.  Qué mundo.

El día de hoy fue de preparativos.

Dejamos afinar el coche; lo que es más fácilmente dicho que hecho. Finalmente, lo hicimos hacer en un taller donde nos cobraron un tercio de lo que nos querían cobrar en dos concesionarias diferentes de la marca de nuestro vehículo. Y en el taller pequeño, tuvimos una sonrisa, mientras que los grandes eran monstruos impersonales, algo así como un hospital. También, hicimos varias compras.

Y así se pasó el día.  Estamos estacionados para la noche en el mismo lugar que ayer.