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de 500.000.000 de ciclos por segundo - o sea 500 megahertzios, o sea 500.000 kilohertzios para poder comparar con los 800 kilohertzios de su primera frecuencia transatlántica. No se sabe si primero admirar la habilidad de domar tales cosas o asombrarse ante la existencia de tales cosas - 500.000.000 de movimientos ida y vuelta por segundo ...

\3/ Y hay más que ciencia que considerar en esa loma.

Para empezar, Marconi se encontró con que nadie en su Italia natal tuvo interés en el tremendo uso práctico del descubrimiento; lo que obligó Marconi a probar su suerte en el extranjero - que resultó ser Inglaterra e Irlanda.

Pero entonces resultó que allá, si bien había interés, Marconi se encontró con la imposibilidad legal de utilizar su invento por los monopolios estatales en los servicios de comunicaciones - no sólo en Inglaterra sino también en otros países europeos - salvo en servicios desde tierra a mar y allende los mares, renglón dejado fuera de los monopolios; lo que obligó Marconi a tornar su atención hacia la gran distancia transatlántica a la cual, de otra manera, tal vez, no hubiese dado su atención, o tanta atención, ocupado que hubiese estado en cosas más pequeñas en Europa.

Así que fueron estos contratiempos, el italiano y el inglés, que lanzaron a Marconi hacia un brillante destino que quizás, de otro modo, no hubiese conocido.

Todo ello, después de haber fallado en el examen de ingreso a la universidad; y todo ello, mientras media docena de eminentes científicos, en varios países, procuraban lo mismo pero, obviamente, no lograron ser los primeros.

Y finalmente, o quizás tendría que haber sido la primera consideración, una letanía de nombres:

Michael Faraday

Charles de Coulomb

Hans Christian Oersted

André Marie Ampère

Georg Ohm

James Maxwell

George Fitzgerald

Joseph Henry

Willian Thompson

Wilhelm Feddersen

Wilhelm von Bazold

Heinrich Hertz

Ruhmkorff

Edouard Branly

Oliver Lodge

Auguste Righi

Samuel Morse

Charles Jackson

Leonard Gale

Alfred Vail

Ezra Cornell

lista que ilustra la profunda injusticia de dejar podrirse en el olvido las muchas personas que aportaron su contribución indispensable a algún progreso de la humanidad, y de glorificar solamente a aquellas pocas personas que, si bien tuvieron sus méritos propios, no hubiesen podido alcanzar su pináculo personal sin pisar la pirámide de conocimientos acumulados por sus hacendosos, meritorios y olvidados precursores.

En este caso, esta lista ilustra cómo Marconi, con todos sus indudables méritos personales, fue no un milagro espontáneo sino un florecimiento de >>>>>>>>