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Estamos en camino hacia nuestra próxima visita, una fábrica de condimentos. No es que nosotros jamás comeríamos condimentos prefabricados, pero tenemos interés en ver cómo se hace.
En camino, estamos aprovechando las delicias de las autopistas urbanas losangelinas. Para entrar a la autopista, tuvimos que pasar por un conta-gotas, o mejor dicho por un conta-coches, o sea una luz de tránsito que deja entrar los coches de a uno solamente, a cinco segundos de intervalo entre coche y coche, por lo menos en el lugar y el tiempo donde y cuando lo vimos.
Se terminó el viento, se impuso la contaminación. Es deprimente que la humanidad misma, o ciertas sociedades de la humanidad, se arruinen así su propio aire que tienen que respirar. Estábamos tratando de definir el color de este desastre, y a Božka se le ocurrió el de bilis diluida, para aquellos quienes saben qué color tiene bilis diluida.
También, tuvimos el dudoso privilegio de pasar por el cruce de cuatro autopistas, una encima de la otra, a cuatro niveles diferentes.
Ahora vemos en la distancia una aparición bien lastimosa: un cerro con la cima salpicada de nieve, apenas visible detrás del velo de contaminación. Pero tenemos suerte, hay días cuando no se ve ningún cerro, ni éste, ni otros.
Si decimos que las interminables filas de centenares de coches lombricean a lo largo de las autopistas, no es una manera figurada de hablar; por una razón que no nos es aparente, las hileras de tráfico se dividen en segmentos - sucesivos en espacio y concomitantes en tiempo - de flujos de coches, de tal manera que, mientras un segmento está, digamos, casi estancado, el precedente, al mismo tiempo, levanta velocidad, el precedente, al mismo tiempo, anda a 40 kilómetros por hora, el precedente, al mismo tiempo, va reduciendo, tiene que ir reduciendo, otra vez, la velocidad, el precedente, al mismo tiempo, está, otra vez, estancado como nuestro primer segmento, etc., formando así, y actuando así, como los anillos de una lombriz en movimiento.
\LA/ Visitamos la fábrica de condimentos.
Su trabajo básico es inventar mezclas.
Compra todos sus ingredientes ya preparados - o sea desecados y pulverizados, inclusive tomates - y los mezcla en mezcladoras grandes; pero esto, cualquiera lo puede hacer. El detalle está en la formulación del porcentaje mágico - y >>>>>>>>