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Sí, efectivamente, nos dijo nuestro interlocutor, y por ello no están todos orientados exactamente de la misma manera, sino según un mapa aerodinámico de las lomas, un mapa basado en cuidadosos estudios de los movimientos de las corrientes eólicas, por medio de juegos de anemómetros, por medio de humos, y por medio de cometas provistos de largas tiras.

Ahora, hay ya 117 molinos, en funcionamiento o casi terminados; y el proyecto es seguir levantándolos hasta alcanzar un total de 700; 700 molinos en un mismo sitio; lo único que falta es un grupo escultórico: una estatua magra y una estatua rechoncha.

Ahora sí, estamos viajando hacia Los Angeles.

Progresivamente vuelve la aridez. Parece que el norte de Alta California, o sea desde San Francisco para el norte, es, más bien, parte de la zona climática de Oregon y Washington, mientras que el sur de Alta California pertenece al desierto generalizado del oeste de Vespuccia.

La carretera está corriendo a lo largo de uno de los acueductos que suministran el agua y la vida a Alta California del sur; un verdadero río en un lecho de hormigón.  Es estremecedor pensar que más de 12 millones de gente dependen de la fragilidad de 400 kilómetros de acueductos estirados por desiertos y, en por lo menos seis lugares, debajo o por encima de montañas. Con qué facilidad podría producirse una catástrofe mayúscula, en el caso de un terremoto, o con un poco de dinamita.

Y los visionarios nunca duermen. En caso de necesitarse más agua, ya lo tienen todo planeado: ya sea trayendo témpanos remolcados por mar; o extendiendo una hoja de plástico horizontal a cierta profundidad debajo de la superficie del mar, de manera que la capa superior de agua se caliente más, se evapore más, etc.

Llueve.  Hace una semana que el tiempo está lluvioso.

Estamos a unos 270 kilómetros de Los Angeles.

Desde esta mañana, la autopista sigue recta, entre una llanura aparentemente ilimitada a la derecha, y lo que parece ser la convulsionada topografía causada por la fractura de San Andreas a la izquierda.

Desaparecieron viñedos y frutales, pero hay cultivos, especialmente de algodón, el cual está en plena cosecha; se ve muchas colmenas, todas bajitas de una sola alza, listas para el invierno.



Pan de algodón, después de Kettelman City

A 180 kilómetros de Los Angeles.

Hay todavía más aridez; pero no menos cultivos, simplemente más riego. Y hay contaminación, sirviendo las sierras en la lejanía de contaminómetros.