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Recogimiento. El reflejo hipnótico en la llave de contacto concentra doce años de preparativos culturales, dos años de preparativos logísticos, la épica lucha final contra el tiempo - por meses, luego por semanas y por días, y últimamente por horas; y concentra, el reflejo en la llave, el abismo de incógnitas que nos espera.

27 de octubre de 1982. Por fin, el principio de esta Expedición. Nada de extroversión festiva según sería el estereotipo.

Recogimiento. Ante la magnitud de la empresa. Nos espera prender el motor, deslizarnos hacia la ribera del río Hudson y hacia el puente Washington, límites prácticos e inconfundibles de Nueva York.

La ciudad de Nueva York es evidentemente parte de la Expedición pero, después de algunas cogitaciones, decidimos incluirla no como punto inicial sino como punto final porque, por el tiempo que estuvimos aquí, estamos totalmente insensibilizados a lo que pueda serle característico; esperamos que, después de mirar otros mundos durante cuatro años, tendremos ojos, si no nuevos, por lo menos frescos para percibir esta metrópoli cómo realmente es.



Listos para salir, esquina de la Avenida de las Américas

Nos espera el motor. Un poco más de recogimiento. Nos espera lo por venir. Un poco más de introversión.  Motor prendido.  Expedición, ahí vamos.

Ruta ribereña del río. Antecámara de la Expedición. Sin duda; estamos realmente en marcha.

En la lejanía, perpendicularmente a nosotros, la vasta liviandad del puente Washington, envuelto en un velo matutino de algo que probablemente es contaminación ambiental; principio de lo desconocido para nosotros.

Levantando la velocidad, pesadamente.

¡Oh! Ya - primer destello de la Expedición, más de entrada de lo que esperábamos: radiantes hojas de otoño - y más hojas de otoño, hermosas; y más hojas de otoño, inhabitualmente radiantes.

Confirmación; más violentas variedades de amarillo, herrumbre, rojizo - para nombrar sólo colores que sabemos nombrar.