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del tráfico consiste en taxis de larga distancia, o por lo menos interurbanos, compartidos por cinco pasajeros. Sí, algo parecido ya vimos; hasta lo utilizamos; para alejarnos de Río Turbo, en Colombia - no tan lejos de acá.

En contraste con el Brasil, hay sólo una moderada presencia de camiones, pero sí bastante coches de pasajeros. Estos coches reflejan el precio regalado de la nafta porque son, casi todos, grandes armatostes traganafta vespuccianos que los Vespuccianos, precisamente por esta intemperancia, ya no quieren más.

Al respecto, es de notable interés observar que, si bien los Vespuccianos ya no los quieren, cada uno de esos coches nos parece una viñeta arrancada de la realidad de los barrios pobres, entiéndase mayormente hispanos y negros, de Vespuccia: los mismos botes, aquí y allá, voluminosos, de pintura dudosa, de motores asmáticos, ocupados por las mismas fisionomías, con el conductor semi-reclinado frente al volante - no sabemos si cómoda- o pretensiosamente, pero nos parece soporífica- y por lo tanto peligrosamente - panza para arriba, al estilo que, veinte o treinta años atrás, parecía la flor de la sofisticación a los ricos Vespuccianos.

Y ¿por qué los pobres de Vespuccia compran semejantes coches traganafta sin el beneficio de la nafta regalada venezolana? Porque, ahora, nadie en Vespuccia que se pueda comprar un coche nuevo más frugal en combustible los quiere, y se venden casi regalados. No importa a los pobres que su mantenimiento salga caro a la larga si el precio de compra, ahora, se puede enfrentar, aunque sea en 12 ó 24 mensualidades.

Por lo visto hasta ahora, Venezuela es otro país adicto a la construcción de capillitas de los más variados tipos a lo largo de la carretera.

Por lo visto hasta ahora, Venezuela compite para segundo premio ex-aequo con la Argentina, detrás sólo de México, para país con mayores basurales a lo largo de sus carreteras.

Compramos nafta, y vimos una novedad.

En Santa Elena, cerca de la frontera, el surtidor era un surtidor como cualquiera bajo el Sol; despachaba una gasolina de un cierto octanaje y basta.

Pero por aquí, se supone que por estar ya en partes pobladas, tienen surtidores mágicos. El mismo surtidor puede despachar nafta de cinco diferentes octanajes. Basta enfrentar un marcador con el octanaje deseado y ya está hecho el milagro. El surtidor despacha el octanaje deseado como podría despachar cualquiera de los cinco octanajes. El milagro está en lo siguiente: cada surtidor está provisto de dos tanques y de dos mangueras; un tanque, con el menor octanaje disponible, uno, con el mayor octanaje disponible, y las dos mangueras, eventualmente, se unen en una. Si se desea el menor octanaje, sale nafta por su manguera correspondiente. Si se desea el mayor octanaje, sale >>>>>>>>