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O) El oro se acopia de los sitios auríferos de la zona de influencia del villorrio, y se acopia, por lo que vemos, en un ambiente vagamente inquietante de caracteres extraños y de sigilo. Parece que sólo en destino, en los distinguidos centros cosmopolitas, el oro trae brillo, encanto, y refleja riqueza, nunca en origen.

R) Los rumores se relacionan - otra vez - con misteriosos avistamientos de "monos grandes", como ya tuvimos varias veces, empezando con los sascuaches de Colombia Británica; y quizás lógicamente, parecen tanto más concretos cuanto más alejados de aquí.

Se habla de "monos grandes" directamente en esta comarca de El Dorado, pero sin nada concreto que haya llegado a nosotros; quizás tradiciones de los tiempos cuando ni este villorrio existía.

Se habla de "monos grandes" bastante más al sur, en la región del alto río Merevarí, a pasos de la frontera con el Brasil; pero, otra vez, sin más que los rumores.

Es alejándose todavía más, donde la frontera venezolana dobla hacia el sur, en la propia Amazonia venezolana, a la latitud de Boa Vista en Brasil, que surgen datos concretos; y concretos no por testimonios de personas simples, o de maníacos de sascuaches, monos grandes, etc., sino por testimonio de un hombre culto ocupándose de sus estudios específicos en otro renglón; y testimonio no perdido en la bruma del tiempo, sino de época relativamente reciente, solamente 18 años atrás.

Resulta que, en 1968, el arqueólogo Pino Turolla, durante sus investigaciones en la Amazonia venezolana:

1- escuchó un relato por paraborígenes locales de un encuentro de tres de estos paraborígenes con tres "Monos Grandes", en la sierra de Pacanaima, cerca del poblado de La Esmeralda, cuando los Monos atacaron a los paraborígenes con palos y mataron a uno de ellos;

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- él mismo se hizo guiar por los paraborígenes hasta el lugar del ataque; ahí, encontraron nuevamente a los "Monos Grandes" (esta vez, dos solamente), pero no hubo ataque, solamente rugidos, como de león, pero más agudos; las criaturas parecían medir, una, un poco menos de dos metros, la otra, un poco más de dos metros.

No podemos no acordarnos de lo que le pasó al propio Turolla en 1970 en Ecuador, cuando fue atacado, junto con un asistente, por un mono grande en una caverna, a unos 120 metros de la entrada.

Finalmente, con más peso que testimonios hablados, que sean de bocas legas o de bocas cultas, existe un testimonio con todo el peso de lo fotografiado; la fotografía de un "Mono Grande" - y no de una silueta a la escapada a la moda de lo filmado en Colombia Británica o en Alta California, ahora no nos acordamos dónde, sino la fotografía de un tal Mono Grande en posición de retrato, de cerca y de frente, y muy a pesar de él, porque matado antes de fotografiado, en la sierra de Unturán, en 1920.