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Volviendo al recuento de ayer, luego aproamos con toda confianza hacia nuestra próxima meta, una de las reservas sius en Dakota del Sur, pero ... calculábamos sin los burros, los búfalos, los antílopes, las marmotas pamperas, que encontramos en camino.

Con los burros, tuvimos la mala idea de detenernos y de ofrecerle a uno una zanahoria; en un santiamén, teníamos tres hocicos estirándose lo más que podían adentro del coche; finalmente, tuvimos que cerrar la ventana, pero los burros, no tan burros como se los cree, simplemente dieron vuelta al coche y aparecieron por la otra ventana.

Los búfalos, los vimos en una situación totalmente nueva para nosotros; una tropa de ciertamente más de cien animales, todos juntos, pastando en una pradera entre bosques de pinos.



Sí, búfalos

Con tantos imprevistos, nos encontramos todavía bien lejos de nuestra supuesta meta, con el anochecer ya encima, y pasamos pues la noche aquí, en una agradable mezcla de praderas y bosques.

Y ahora a viajar.

Apenas echamos a andar, otro imprevisto acaba de atrasarnos de otras varias horas. Todo, muy interesante, por cierto, pero cómo vamos a recuperar el atraso que se nos está acumulando, es una creciente preocupación sin solución a la vista.

La sorpresa de esta mañana fue que visitamos una caverna que es un parque nacional, cuya existencia conocíamos pero que no pensábamos visitar porque tenemos por lo menos dos otras cavernas seleccionadas para visitar. Pero, por la duda, para hacer las cosas bien, como siempre tratamos de hacerlas, fuimos a averiguar qué ofrecía dicha caverna, y sin darnos cuenta exactamente cómo, en un santiamén nos encontramos en las entrañas subterráneas, observando sus rasgos característicos, no las estalactitas o estalagmitas comunes - de éstas, en esta caverna no hay - sino raras formaciones que se asemejan, por una parte, a alvéolos de un panal de abejas, salvo que no son hexagonales sino generalmente cuadrangulares, y a veces, solamente triangulares, o se asemejan, por otra parte, a las aletas utilizadas, perpendiculares a las paredes, en las cámaras donde se quiere amortiguar la resonancia - y es exactamente el mismo efecto que esas formaciones tienen en su sitio.

Es más interesante estar en una caverna y progresar paso a paso por sus pasajes y cámaras, cuando se sabe que uno está en el medio de una capa de piedra caliza de 100 a 200 metros de espesor, depositada por un mar hace aproximadamente 300 millones de años, y en la cual los espacios internos que uno ve a diestra y siniestra, y arriba, empezaron a formarse hace unos 60 millones de años, cuando se sabe que, estando en los pasajes y las cámaras que uno ve, también se está, sin solución de continuidad, en una red de unos 60 kilómetros, a la vez fascinantes y espantosos, de otros pasajes y otras cámaras - sin que ello sea el fin de este mundo espéleo, porque el fin todavía no se conoce.  Qué sensación.