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» Además, parece que lo que les falta en arquitectura a los Mormones les sobra en música; parece que son maestros en sonidos; durante nuestra visita guiada, en el tabernáculo, escuchamos una grabación, y es la primera vez que escuchamos una reproducción realmente estereofónica, realmente con los timbres viniendo desde diferentes puntos del espacio, solamente confirmación del leitmotiv de Karel de que las reproducciones estereofónicas que se escucha habitualmente son solamente más ruido, no más textura, plenitud, sutileza. Magnífico, el sonido.


El Tabernáculo

> El templo no se puede visitar. Es el lugar sagrado de los Mormones, y solamente para ellos.

* Sin embargo, sabemos que, a pesar de su denominación que sugiere una iglesia, su interior no tiene la consabida nave sino que está dividido en pisos, y que cada piso está dividido en pequeños recintos.

* Si no nos falla la información, las paredes del templo tienen cinco metros de espesor de granito; granito acarreado por bueyes desde unos 30 kilómetros.

* Tanto granito, que, con sus restos, se construyó otro edificio, un salón de reuniones.

>> El recinto mormón parece un imán de gran atracción. Durante nuestra estadía, escuchamos idiomas de los cuatro puntos cardinales de la Tierra; las visitas guiadas se siguen a pocos minutos de intervalo, todo el día; ya a las nueve de la mañana, vimos un gran grupo de visitantes empezando la primera gira, y al anochecer, seguía la muchedumbre; parecía una atracción de gran fama en una ciudad cosmopolita de primera magnitud. Hay dos millones de visitantes por año.

<ð> Del concierto de anoche, nos acordamos de lo siguiente.

  Empezó con una acción de gracias.

La música fue la ópera de Verdi habitualmente no reconocida como tal, su Réquiem, el perfecto material experimental para descubrir las magníficas posibilidades acústicas del tabernáculo; en una oportunidad, nos quedamos totalmente incrédulos y hubiéramos jurado que las trompetas estaban captadas por algún micrófono y escuchadas desde algún altoparlante arriba en el cielorraso, pero no había tal altoparlante - un caso nada menos que milagroso de acústica selectiva.

El deleite acústico estaba multiplicado por la tibia brisa que soplaba de par en par por las puertas abiertas por todos los lados sobre los jardines.

Durante la función, sentimos que, con todo lo interesantísimo que vimos hasta ahora en esta Expedición, aquello también era interesantísimo.