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Rocosa de Canadá. Por alguna razón, se trata de dos entidades administrativas, aun cuando de una sola entidad natural.

Estamos solamente en los primeros kilómetros de este chorizo de parques nacionales, así que nos reservamos el juicio en cuanto a las formaciones montañosas que vemos, pero, por la manera que todo está polizado para que no le pase nada ni al más bruto de los visitantes, nos sentimos limitados, si no oprimidos, como animales en un zoológico. Falta la chispa de la libertad de decisión - con sus peligros, es cierto, pero con su grandeza.

Como se está haciendo tarde, vamos a dejar la travesía de estos parques para mañana. ¿Dónde vamos a pasar la noche? Pues, en uno de aquellos campos de concentración de acampar. Intelectualmente, entendemos la necesidad de tal acorralamiento de los visitantes para la noche, para preservar la pulcritud de estos parques, así que vamos a cumplir con los reglamentos.

Estamos en un tal campo de concentración; nos sentimos como pájaros enjaulados; ¿dónde está la carretera a la bahía de Hudson, dónde está la carretera Dempster a Inuvik y Tuktoyaktuk, dónde está la isla de Ellesmere?

Descubrimos que la presión de la multitud humana es tal que el paseo por ciertos senderos de excursiones para peatones tiene que estar limitado por un sistema de permisos y cuotas: para poder hacer una excursión por un tal sendero, hay que pedir permiso; y si la cuota diaria está agotada, pues, no se lo dan.

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Esta mañana, nos despertamos tempranito, a las 5, cuando todavía era de noche, salvo el claro de Luna.  Sabíamos que no iría a amanecer antes de las 6:30, pero quisimos adelantarnos a la muchedumbre, aprovechar, aunque sea efímeramente, un poco de silencio; además, bien es sabido que las horas del amanecer, como las del anochecer, son mucho más favorables para iluminación, observación y ambiente general, que las horas crudas del día.

Y así fuimos recompensados: tuvimos un rato de hermoso silencio - antes, lo teníamos por día, ahora, lo tenemos por minutos; vimos la luz solar alcanzar desde arriba las crestas de los cerros, y derramarse paulatinamente por las laderas; vimos, en un sitio, musmones y en otro sitio, cabras de altura - lo curioso es que, en ambos casos, comían no alguna vegetación, sino simplemente tierra, pura tierra; debe de haber sido algunas sales.



Musmón solitario

Nos estamos rompiendo la cabeza cómo poner en palabras nuestra reacción, reticente, ambivalente, ante el ambiente que se nos presenta. Božka dio con la tecla; dijo así - y es lo perfecto: qué hermoso sería todo esto si estuviera en la ruta a Inuvik o en la isa de Ellesmere.  Y es cierto; si se hace un >>>>>>>>