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Así, nos aproximamos, pues, a la bahía de Carl Ritter.

Allí, tuvimos que aterrizar en un pedazo de terreno al natural, no preparado para el uso de aviones, por la simple razón de que, salvo la actividad científica presente, y efímera, de los glaciólogos en el estrecho entre Ellesmere y Groenlandia, es esta comarca totalmente despoblada y vacía.

Sin embargo, no hubo siempre esta ausencia humana en el norte de la isla de Ellesmere. Hay que guardar presente que los territorios, tanto de la sociedad Denbigh, desde 3000 a.C., como de sus sucesores, la sociedad Dorset y la sociedad Tule, abarcaban toda esta costa oriental de Ellesmere.

La bajada fue bastante abrupta, por los acantilados que llegan hasta el borde mismo del mar, y el piloto tuvo que aterrizar en este terreno bastante corto, entre un acantilado y un precipicio, viniendo desde el mar. No sabíamos qué mirar primero; si los acantilados de Ellesmere o los hielos en el estrecho entre Ellesmere y Groenlandia, o Groenlandia misma; por un momento, se fijó nuestra atención en las plataformas de hielo cubriendo el agua del estrecho, y pudimos ver que eran tan substanciales que hasta tenían sus propios lagos internos, con el contraste entre el color más obscuro del mar alrededor de las plataformas, y el color turquesa claro de los lagos formados en el cuerpo mismo de las plataformas de hielo.

Cuando aterrizamos, ya nos esperaba un helicóptero para llevarnos al islote Hans, que es el nombre del islote de los glaciólogos.

        "Pista de aterrizaje"



 

 

 

 

 

 

 

                                                             

                                                            Dentro del helicóptero

En el islote, nos encontramos nuevamente con los glaciólogos que conocimos en Resolute. Nos agasajaron con un almuerzo, y nos mostraron sus instalaciones y nos explicaron en más detalle lo que hacen.

En esta isla, de un kilómetro de ancho, en este estrecho, de unos 38 kilómetros de ancho, esperan, en ambos sentidos de la palabra - aguardan y desean - que, en el constante flujo de hielos que pasan por aquí desde la perenne banquisa polar hacia el sur, algunos monstruos embistan la isla, para medir la aceleración negativa, o sea la desaceleración, así producida, y sus consecuencias, de manera a sacar conclusiones que se podrían aprovechar en la construcción de islas artificiales para la exploración y explotación petroleras en los mares árticos.

Están interesados en masas de hielo flotante de un diámetro desde la mitad del diámetro de la isla, o sea 0,5 kilómetro, hasta 5 veces el diámetro de la isla, o sea 5 kilómetros; y estos últimos pueden pesar 10 a la novena potencia toneladas, o sea nada menos de un billón de toneladas - que tenemos que apresurarnos a traducir en mil millones de toneladas para esquivar la totalmente increíble realidad de que un "billón" no es la misma cantidad en todas las doctas cabezas de la cofradía aritmética internacional.